LOS RITOS INTERNOS

 

Desde 2019 hasta hoy Agustín Llorca conversa con Marcela Guerra sobre la Cosmovisión Andina. Buscando desnaturalizar un sistema que nos enferma, encontró en esta cultura otras respuestas, una forma de descolonizarse y vivir.

 

 

 

Texto: Agustín Llorca

Ilustración: Sofía Chaskita

Fotografía: Gabriela Sorbi

 

 

 

 

¿Y los siete códigos andinos?

 

Son siete códigos que en realidad están resumiendo parte de la cosmovisión andina. Como una forma de estructurarlo, como una forma de resumirlo. Para que sea más fácil trabajarlo. No le doy yo una entidad ancestral a los códigos, algo que ha sido entregado, no. Son un disparador. Son parte de lo que es la cosmovisión andina que aparece a lo largo de la vida, pero no es algo que un abuelo se te sienta y te dice: “Hoy te voy a activar el código de la existencia”, no; eso es una pavada. Es una forma de encontrar cuáles son los elementos que van conformando esta estructura de pensamiento.

 

Siempre pienso, estas cosas sirven por un lado pero por otro lado no son tan fieles a la realidad, porque no es que en algún momento te dicen: “Vas a activar el primer código…”. No. Aún así, tiene que ver. El primer código, que es el Código de la Existencia, es algo cierto. Nosotros trabajamos con existencias. Las cosas existen porque yo les doy existencia, no porque sí. Yo le tengo que dar existencia al sol, tengo que dar existencia a la persona que vive conmigo, al maíz que tengo ahí adentro, al tabaco que me fumo. ¿Por qué uno va a una casa de una provincia y tiene tan pocas cosas? Porque es imposible darle existencia a todo lo que tenés. Si yo tengo que dar existencia a todo esto, es imposible. Hay un montón de cosas que no tienen existencia hasta que yo me vuelvo a conectar y le doy existencia. Y en ese sentido, a veces cuando veo que las personas se aprenden los 7 códigos como de memoria, yo creo que primero hay que buscar en la propia vida. Es decir, escuchá esto y empezá a pensar: ¿Yo le doy existencia a todas las cosas?

 

Por ejemplo, lo que sucede en los ambientes de trabajo con una persona muy difícil. A veces escuchás padecer: “Esa persona no me soporta”, “Esa persona me trata mal”, “A esa persona no la puedo ni ver”. No le des existencia. Esa frase de los niños: “Te moriste”, en realidad ellos lo traen como pueden, pero habla de ese código. En realidad no es que te moriste, estás vivo en tu realidad pero para el niño no existís más. Y te va a dar existencia cuando él quiera. Entonces, creo que cuando uno empieza a buscar en su propia vida, cómo trabaja la existencia o cómo trabaja el poder, ahí es donde los códigos pueden servir. Pero a veces en la ciudad la gente necesita el prospecto, necesita llevarlo a cabo como se dice ahí. Por eso a veces es tan difícil. Después se dan cuenta, porque a mí me pasa con la gente que por ejemplo hace la ceremonia del Munay en algún lado en un fin de semana. Y hacen nueve activaciones en un fin de semana. No entendieron nada. Nadie puede procesar nueve activaciones en un fin de semana. Pero alguien les hace creer que el hecho de haberles puesto una mano en la cabeza significa que está activado. Yo no estoy de acuerdo.

 

 

Se necesita un tiempo para decantar…

 

Sí y hay que nivelar la mente, el espíritu y el cuerpo. Si vos tenés adelante una persona donde su mente ocupa la mayoría del tiempo, no le alcanza. Entonces, hay que trabajarlo, explicarlo, hay que vivenciar, hay que darles prácticas para que entiendan lo que es ese mundo tan diferente. Por ejemplo, el primer rito, que es el de la asistencia, que nosotros pedimos la asistencia de nuestro linaje, nuestros ancestros. La mayoría de las personas en occidente creen que eso es espiritismo y que viene un espíritu malo y que le va hacer daño, que lo va a asustar y que se le va a aparecer a la noche. Entonces, para eso necesito un trabajo, porque si no lo que le estás dando no lo va a poder hacer, va a tener miedo. A mí a veces me entusiasma, me llaman para dar un taller de los Códigos Andinos y después digo: “No, no, no”, porque después van a salir diciendo: “Estoy en Código 3 de la cosmovisión andina”. No existe eso. Entonces yo prefiero que no. Hay algunas cosas que sí me han parecido puente en el caso del Munay o como yo prefiero llamarlo “Camino espiritual andino”, donde tenemos no solo 9 ritos, sino muchos ritos más y que la persona va a ir vivenciando a lo largo de 1, 2 o 3 años.

 

De hecho, en crear y conocer la Unkuña, yo tengo gente que hace 3 años que viene trabajando todavía. El otro día dije: “Chicos, ¡3 años! 3 años y falta”. Hay que empezar de cero. Y es necesario, uno que otro sí, pero la mayoría no. Porque es muy distinta a la vida, a la estructura de pensamiento, ese es el tema. Y ni hablar que el entorno sigue pulsando distinto. Porque acá viene una persona que pertenece a una familia, a una sociedad, personas a las que les digo: “¿Armaste tu altar?” y “No, lo que pasa es que si yo lo armo, mi marido…”. ¿Qué hacemos? Bueno, está bien, vamos a lo más simple: ponés una piedra en un estante y ese va a ser tu altar, nadie se va a dar cuenta, pero mirá lo que estás haciendo, cuánto estás tapando, ocultando. Está bien, una ceremonia o un rito es un puente. Pero tenemos que ser conscientes que es un puente, y un puente solo no alcanza. Terminaste el puente y sigue el camino. Si no te quedás dando vueltas en un puente que no pertenece a nadie, ni a un pueblo ni al otro. Es de todos, es ambiguo el puente. Entonces, ese puente te sirve, pero tenés que estar de un lado o del otro en estos paradigmas. De todas formas, uno puede funcionar en una sociedad, pero así trabajes disconforme en un banco y estás sentado en el banco diciendo: “Esta realidad la estoy creando yo”, inevitablemente esa realidad va cambiar tarde o temprano. No vas a durar demasiado en un banco, pero hasta tanto te vayas del banco, la conciencia de la creación de la realidad tiene que estar presente, porque si no está presente, se diluye, si no es desde lo interno. Es como una persona que viene acá, vos le alineás sus centros energéticos y bla bla bla, se va hecho una seda, pero llega a la parada del colectivo, el colectivo siguió de largo y se le acabó todo. ¿Por qué? Porque el trabajo no ha sido interno, no ha sido real, sino que lo ha aceptado desde afuera.

 

 

 

 

 

 

 

¿Querés seguir leyendo la Conversa?

En 2 semanas sale la continuación de esta Conversa sobre la cosmovisión andina.

 

Mientras podés leer la Conversa anterior acá: De las existencias.

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