POEMAS CONURBANOS

Poemas: Emmanuel Lorenzo / @emmalorenzoescribe

Alguien ruega por el tren de madrugada

así definiría al Conurbano, al menos al mío

a este territorio mestizo, ni porteño ni del Interior

donde demasiados despiertan para correr a la General Paz

y la partera de paraísos artificiales

nos los devuelve exhaustos

apenas con tiempo para descalzarse

cebarse el mate de las ocho

aunque sean dos o tres chupadas.

Eso basta

no sabría si llamarlo felicidad pero somos este hábito feroz

una forma de identidad

las calles desiertas, las vías despiertas.

En esta parte del mundo los trenes son la medida del tiempo

la noche, la segunda que solo acá conocemos

tiene un silencio de espera entre

el último tren y el primero, una pausa para nuestro todo:

cerramos los ojos aguantando la respiración

y nos desahogamos ni bien escuchamos caer la primera barrera.

Cuando se nos moría un chico en el barrio

por alguna de las tantas pestes

hambre

plomo en agua o plomo en la espalda

nos turnábamos para lanzar

sus zapatillas a los cableados

que venían de no sé dónde

y transmitían no sé qué.

Recogerlas era todo un ritual

pasábamos por su casa y la madre nos las daba en una caja

con los largos cordones desatados

parecían haberlas limpiado antes

y uno a uno lo intentábamos

hasta que el alma y la sonrisa del Pela, del Chueco o del Enano

se agarraban de ese horizonte negro

y ahí quedaban

flotando.

La noche anterior a irme del barrio

conté quince lunas blancas pendiendo del cielo

y me juré que sin importar dónde me alcanzara la muerte

mi madre o mi hermana debían repatriar mis zapatillas:

nunca me gustaron las constelaciones impares.

Me preguntaron dónde queda el Conurbano

fue en Palermo

había ido a escuchar una banda a Niceto

y una flaca algo mayor me convidó cerveza.

Eran mis primeras salidas

quise estar a la altura

vine solo, le solté

me gusta moverme por mi cuenta

y le agregué alguna mentira sobre mi edad y una carrera

o el auto que compraría la semana siguiente.

Ella cursaba Marketing en una facultad privada

me sonreía desde uno de esos futuros con garantía.

No supe qué responderle

cómo explicarle

se me ocurrió señalar la General Paz con el dedo

y recién después le conté

que allá no hay taxis ni turistas

que se aprueba con siete, el peronismo es la calle

y el hambre la derecha.

Ella insistía

y le hablé de nuestros perros sin nombre

ladrando a un costado de las vías

los vecinos reunidos en las esquinas de siempre

las bibliotecas improvisando merenderos y escenarios.

Pero seguía sin entender

y no pude más que explicarle

es ahí, donde termina todo esto

las pantallas que fosforescen y las luces de neón.

En verdad quería que entendiera

más bien necesitaba que supiera

y le dije

el Conurbano es ahí donde todo brilla un poco menos pero parece más real.

Al Conurbano llegamos de todas partes

once millones y contando

cada uno buscando su lugar

en este paraíso de media sombra, de San Justo a Independencia

del Reconquista al Maldonado, la geografía anfibia

de riachos y vías, casonas, chapas, la cumbia y el golf

las realidades se cruzan en las esquinas

conocen tu nombre, tus privilegios o tu hambre.

¿Sabés por qué me gusta acá?, me dijo mamá

en este barrio nadie se siente extranjero.

Nos tirábamos a un lado de las vías a contar los vagones

que atravesaban el cruce de Campos

si eran par volvíamos a casa

y si no montábamos las bicicletas

a pedalear hasta que el viento

nos aguara la mirada:

les corríamos carreras a los trenes

los guardias chiflaban, las barreras caían

algunas estaban rotas y el guardia de Ballester se jugaba

la vida frenando los autos.

Seguíamos pedaleando la cuesta partida

que te adentra en Chilavert

a la izquierda la feria de usados y el secundario para adultos

el tren a nuestra derecha trajinaba desparejo

hasta pensábamos que amagaba a esperarnos.

Al final exhaustos le gritábamos

al maquinista que parecía reírse cómplice

atrás quedábamos nosotros

con la respiración agitada

las caras iluminadas de sudor

y de tanto viento en los ojos

creíamos llorar de felicidad.

Estos poemas los encontrás en Los hábitos feroces (Elemento Disruptivo).

Emmanuel Lorenzo nació en 1987 en San Martín, sobre el noroeste del conurbano bonaerense. Es tallerista y periodista.

En Argentina también se publicaron Pájaros detrás de las paredes y La felicidad de los témpanos. En España se editó el poemario Todavía no es de noche en el paraíso.

 

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PARA AQUELLOS QUE HABITAMOS LOS BARRIOS LLANOS

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