HEBER PIRIZ – ADIÓS A MI BARRIO

 

En diciembre de 2011 publicamos en la edición impresa de Timbó la siguiente conversación con Heber Piriz, músico entrañable oriundo de Montevideo a quien solíamos cruzarnos en los vagones del tren Retiro-Tigre. Hace unos días, a través de lxs colegas de brecha.com.uy nos enteramos de su fallecimiento. Desde Timbó, abrazamos a familiares y amigxs, y compartimos como homenaje aquella linda charla de cuando un día lo acompañamos en su recorrido. Si por ahí te lo cruzaste alguna vez y te sacó una sonrisa, leete la nota y enterate de su historia.

 

 

 

 

 

 

Nota: Tito Dall’OcchioGuido Zappacosta

Fotografías: Mercedes Xavier

 

 

 

¿Vos sabías que hay padres que les enseñan a sus nenes que cuando viene el tambor tienen que taparse los oídos? ¿Vos sabías eso? 

¡Vamos, no es para tanto! 

Una pequeña parte de la gente valora nuestro arte, a otra pequeña parte la entretiene y otros prefieren hablar por celular y se enojan cuando empezamos a tocar.

Yo vine de Montevideo, soy afrodescendiente y como tengo tez morena la gente me confunde con que soy cubano, brasilero o peruano, pero no uruguayo.

La primera vez que vine a la Argentina fue en los 70 ́. Cuando muere Howard Gueyton de Los Plateros en un hotel de por acá, tenían tantas contrataciones que necesitaban urgente un suplente. Como yo estaba inscripto en la sociedad de músicos, buscaron un reemplazo y me encontraron a mí. En esa época yo tendría 20 años y escuchaba a Jimmy Hendrix, ¡¿pero Los Plateros?! Los escuchaba mi abuela. Trabajé con ellos durante tres años y después de todo eso quise volver a mi identidad, no me conocía nadie y empecé a viajar por Latinoamérica.

La segunda vez que vine fue en 2006. Había muerto mi madre y, como tuve un lío con mi familia, preferí hacer el luto en otro lado para olvidarme de mi familia. Un gran amigo mío, Horacio Silva, me dijo: Venite a Argentina. Acá había gente que tenía los discos que yo había grabado en Uruguay, música negra de Montevideo, candombe final. Allá tuve doce primeros premios de agrupaciones carnavaleras y, así, con todos mis oropeles tuve que empezar de nuevo. Tenía que vivir de algún modo y Horacio me dijo: ¿Por qué no tocamos en los subtes? Yo venía de tocar ante nueve mil personas, te lo juro, venía de cantar en el Teatro Solís de Uruguay, que es como cantar en el Colón, y ahora en Buenos Aires me están haciendo una nota por cantar en el tren. Entonces ensayamos un poquito los arreglos y con toda la vergüenza me metí en el subterráneo, donde la gente está a tu alrededor y te mira muy de cerca, era algo muy extraño, algo nuevo. Ahora ya me acostumbré, me podés poner en el Madison Square Garden o en el Luna Park que va a ser un juego para mí.

Después, como los compañeros con los que tocaba no podían hacerlo todos los días, tuve que producir solo y, como el subterráneo me resultaba muy ruidoso, me subí al tren. Acá conocí a Javier Ortuño (guitarrista), una vez nos encontramos tocando y dijimos: Dale, toquemos juntos, casi como un juego. Lo mismo sucedió con Daniel Morman y con Angel Blank (guitarristas). Fue un gustazo que esos pequeños equipos se hayan formado, creo que esto enriquece el nivel de la música en los trenes, espero que la gente se dé cuenta. Si bien este es un modo de vivir, quiero salir de acá a los escenarios, que por suerte lo estoy haciendo con distintos músicos y grupos, tocando en diferentes centros culturales. Como músico trato de hacer lo mejor posible, entreteniendo a la gente, me escuchen o no. Para poder bajarme del vagón con la mejor de las ondas posibles, estando seguro de que estoy dando un servicio inesperado, porque cuando vos subís al vagón la gente no te espera, no sabe quién sos y menos va interesarse por tu vida. Si lo tuyo es bueno, te escuchan. Simplemente sos un buen pretexto para que los kilómetros pasen más rápidamente.

 

 

 

 

Soy el único músico que toca un tambor quinto en el tren, un artista sin escenario y sin representante. Músicos que nos vimos necesitados de tocar en el tren, pero eso no nos hace tristes, al contrario, estamos seguros que lo que hacemos para la gente es bueno y nos sentimos con respeto porque no estamos yendo a pedir. Lamentablemente alguna gente que nos ve piensa que tocamos en el tren porque somos malos, pero nosotros hemos estudiado para ser menos malos de lo que ellos piensan. Los que tocamos en el tren somos músicos sin suerte, pero ya la suerte cambiará.

En esta línea hago dos recorridos, uno es Retiro-San Isidro ida y vuelta, y después, Tigre-Victoria. Hoy por hoy, puedo tomármelo acá en Retiro y terminar en el Tigre, donde los fines de semana recorro los restoranes cantando. También toco en el Urquiza, ahí la gente es muy linda, y en Once he estado haciendo rumba con Javier. Encuentro muy divertido, aparte de tocar mi candombe, hacer sones cubanos o música brasilera. Es lo que cultivo aquí en los trenes, un repertorio que puede agradar a la generalidad de la gente. 

En Argentina grabé un disco y todavía estoy buscando un sello para que lo distribuya, pero como lo mío es música alternativa, a BMG no le interesa lo que hago, lo mío es el candombe, ellos sólo rocanrol. Y el candombe tiene la bandera de la negrez, de las minorías, de los derechos humanos, de la sociedad, de la unión, del amor. Sin amor no se puede escribir de cosas revolucionarias, sin amor no se puede escribir de nada importante. La gente va a tener que entender que la cuestión de clases es igualar, ¡pucha! A nadie se le va a caer un anillo más o un anillo menos, ¿se trata de ganar un país, o se trata de ser un pequeño burgués? Yo prefiero ser un ciudadano que viva para los sueños de los que me preceden.

 

 

 

SOBRE LAS FOTOS

 

Como las fotografías que publicamos allá por 2011 de aquel recorrido en tren quedaron perdidas en la virtualidad, nos pusimos en contacto con Mercedes Xavier, colaboradora del periódico Brecha, quien muy amablemente nos compartió sus bellas imágenes.

 

Dijo Mercedes:

Son las fotos que hice para su disco “Turista en carnaval”. Qué bueno que desde la otra orilla también lo recuerden. Conocí a Heber en mi adolescencia, iba seguido por casa porque fue amigo de mi madre, así que para mí estas fotos tienen un valor especial y lo mejor que les puede pasar es que se muevan”.

 

 

 

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