El bledo es otra bueneza invisible. Espontánea y sin esfuerzo crece en cualquier patio, jardín y en la vereda de tu cuadra. En esta columna, la horticultora Eleonora Miscelotta deja los anteojos para empezar a verla.
Texto y fotografías: Eleonora Miscelotta
Ilustración: Vale Lamat
Hoy le toca el turno a esta bueneza que no solo tiene una cantidad de nutrientes increíbles, sino que tiene frase propia (que se populariza en la película Lo que el viento se llevó). La conocemos también como Amaranto silvestre y es muy común encontrarla en los baldíos o en cualquier jardín a punto de ser degollada por algún jardinerx u horticultorx.
La filosofía del sacrificio está tan aprendida y arraigada que creemos que las plantas silvestres que crecen espontáneas y sin esfuerzos no tienen ningún valor. Cuando, para mí, es un claro mensaje de que la Naturaleza jamás nos dejará sin alimentos (por ahora…).
Me puse a pensar en la frase “Somos lo que comemos” y en qué seríamos nosotrxs si comenzáramos a alimentarnos de plantas silvestres. No solo incorporaríamos muchos más nutrientes que los que podemos obtener cuando comemos una ensalada mixta, sino que —como las plantas silvestres poseen más vitalidad, capacidad de adaptación y calidad biológica por no haber sido modificadas por el ser humano—, al ingerirlas incorporaríamos las características de lo que consumimos también, o sea, la espinaca de Popeye un poroto. Piensen al Bledo como un gran revolucionario: se ha vuelto resistente al glifosato, es la pesadilla del monocultivo. Esta planta, absolutamente militante, resiste y nos alimenta de primera.
Tenemos más motivos para amarla si revisamos un poquito su historia. Si bien hay muchas especies identificadas como Amaranto silvestre, se sabe que es un cultivo originario de América —más precisamente de México— y que se comenzó a consumir hace 5000 años. La llamaban Huauhtli y era utilizada por los pueblos originarios con fines medicinales, gastronómicos y espirituales. Es por esto último que en la época de la colonia la prohibieron absolutamente. Y el Bledo ha llegado hasta aquí vivito y coleando, haciéndole un “oso” bárbaro al colonialismo. Mirá si no nos va a importar esta bueneza!
A nivel nutricional incorpora:
Proteínas
(Según la FAO, sobre un valor proteico de 100 ideal, el Amaranto tiene 75 la leche de vaca tiene 72, el trigo 60, el maíz 44).
Gran balance de aminoácidos y vitaminas A,B,C,B1,B2,B3.
Rica en ácido fólico, calcio, fósforo.
Sus hojas contienen más hierro que la espinaca.
Tiene alto contenido calórico, carbohidratos, fibras, y sales minerales.
Es decir… podría prevenir la desnutrición tranquilamente. La alimentación también es cultural y si tuviéramos más información podríamos mejorar muchísimas cosas. Espero que sirva a estos fines esta humilde columna, esperando que este cambio cultural se de a nivel global. Mientras tanto, ustedes lectorxs, podrán colaborar divulgando este material.
Según el consultor médico Dr. René A. Triviño (G. M.P 5812, medicina integrativa), esta planta ha sido utilizada para:
Limpiar el aparato digestivo
En caso de menstruaciones abundantes
Mejorar úlceras de piel
Bajar fiebres
Calmar irritación de garganta
Desparasitar
Calmar la tos
Depresión
¿Cómo se puede incorporar a la gastronomía?
Las panojas florales tiernas se pueden consumir como brócoli. Saltear y agregar a una pasta o a un puré (esto le suma mucha textura, queda ). Se pueden agregar a guisos, empanadas, tartas y tortillas también.
Los frutos secos se pueden agregar a harinas, pastas, panificados, y granolas.
Al utilizar Bledo en nuestras recetas, le incorporamos a las mismas: textura, valor nutricional y (esto corre por mi cuenta) un espíritu ancestral y guerrerx.
Yo, como horticultora acostumbrada a intervenir cultivos y reproducirlos, no pienso ni gastarme en resembrar el Bledo porque confío plenamente en su capacidad reproductiva. Solo me voy a molestar en recolectarlo y en divulgar recetas para que empiece a aparecer en la mesa de todxs los argentxs.
Me despido dejándoles estas recomendaciones de Elena A. Lakovleva, autora de Ubicación actual, Edén, que trata sobre forrajeo. Libro muy consultado para estas columnas:
“NO COMA ALGO SI NO ESTÁ SEGURX QUE LO IDENTIFICÓ CORRECTAMENTE”
Para esto hay guías muy completas. No se reconoce una planta solo por una foto sino por una serie de características formales.
“AL INGERIR UN ALIMENTO POR PRIMERA VEZ COMA CON MODERACIÓN. COMPRUEBE QUE NO ES ALÉRGICO”
“ESTÉ ABIERTX A DISFRUTAR NUEVOS SABORES”
Este es un punto fundamental para abrirnos a consumir buenezas.
¡A su salud! ¡Por la soberanía alimentaria! Y una buena utilización de los recursos naturales. Ese siempre será mi brindis.
Bibliografía de consulta: Ubicación actual, Edén, de Elena Lakovleva y Malezas comestibles del cono sur, de Eduardo Rapaport, Ángel Marzocca, Bárbara S. Drausal.
¿Te interesan las buenezas? Acá podés leer sobre las Ortigas, otra comida que no vemos: Ortiga
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2 respuestas
Excelente! esta data me nutre el alma. ¡Gracias!
Qué genial! Es la idea