TACUARÍ NO MUERE: MUTA

Texto y fotografías: Timbó

Fotografías archivo: Gentileza Tacuarí

“¿Qué significa que cierre un centro cultural? ¿Qué importancia tienen estos espacios para la sociedad? ¿Cuál es el rol del estado en relación a los centros culturales independientes?” son algunas de las preguntas que nos hicimos una tarde de noviembre en el querido barrio de Tigre, días después de que Javier Milei ganara las elecciones presidenciales.

Esta tarde que recordaremos siempre con emoción, conversamos con Yani Allen, fundadora en 2010 junto Mili Noblía Galán de Casa Tacuarí, unos de los centros culturales más maduros y reconocidos del circuito cultural independiente del Conurbano Norte. En la bella deriva de las palabras, charlamos de los orígenes, de la razón de ser de este y tantos otros espacios, de los proyectos colectivos, de su trabajo como gestora cultural y lo más importante: el motivo de su cierre, que no es un final sino una transformación.

¿Qué es Casa Tacuarí?

Casa Tacuarí es un centro cultural, un lugar de encuentro para promocionar arte local, para acercarnos a la comunidad y descentralizar el arte. Había una necesidad donde encontrar estas posibilidades, también era una necesidad personal. Era la necesidad de que existan estos lugares, yo deseaba encontrarlos y pertenecer. Yo venía del palo de la música, en mi casa mi compañero actor, del teatro independiente. En Tigre no había movida, no había tantos lugares como ahora hay.

¿Cómo nació?

Este proyecto desde mi lugar nace un poco de casualidad. La dueña de esta casa era Cristina Galán (la mamá de Mili Noblía Galán). Ella era la pediatra de mi hijo, teníamos una relación hermosa, era una persona muy especial. Si bien ella era médica, siempre nos conectábamos desde el arte. De casualidad cuando venía miraba esta casa que siempre estaba cerrada y no me daba cuenta que era parte de la casa de ella. Yo soy diseñadora de interiores, eso no quiere decir nada, pero dentro del arte, el diseño, las casas siempre me llamaron la atención. Entonces pasaba y decía “qué linda casa”. Una noche vinimos con mi hijo enfermo. Miro así y la puerta del portoncito que unía las dos casas estaba abierta y le digo: “Perdoname que te pregunte, ¿estas casas se comunican? ¿Es tuya?”. Y Cristina me dice: “Sí, acá queremos hacer un Centro Cultural”. Y nos hizo pasar, todo oscuro, once de la noche, a ver la casa donde ella y su hija (a quien yo todavía no conocía) querían armar una movida cultural. Cristina fue una de las personas más generosas que he conocido en mi vida, era como la madrina del espacio. Y así fue, muy de casualidad. Yo lo único que hice fue ofrecerles ayuda.  La realidad es que tenían esta casa, sin habitar. Cristina la puso en valor y Mili que estudiaba Licenciatura en Historia del Arte le propone a la madre hacer un espacio cultural, ella soñaba con tener una galería de arte. Y a los dos días Cristina me estaba llamando, “Venite porque hay una reunión”. Me vine con la bicicleta, a este patio, alrededor de esa mesa, había un grupito de vecinos hablando sobre qué hacer con esta casa. Yo llegué de paracaidista, “Hola, qué tal”, y ahí la conocí a Mili. Empezamos a hablar, a tirar ideas. Y al tiempito quedamos Mili y yo. Esto era de cero. Estaba la casa pero había que armar un proyecto. A diferencia de muchos proyectos, esta casa abrió con la organización civil hecha.

¿Y cómo fueron esos inicios?

Los primeros años los codirigimos con Mili. Unos años después ella empieza a trabajar como directora de artes visuales en la gestión de Daniel Fariña y ahí se empezó a abrir un poco, pero siempre estaba ligada a la galería hasta que entra como Secretaria de Cultura y ahí por un tema ético se abre totalmente. Ahí quedo yo sola con la gestión. Este proyecto se pudo sostener por la fuerza de laburo y también porque estas personas muy generosamente decidieron dar este espacio en comodato para que se haga.

¿Qué cosas pasaron en estos 13 años?

Cuando no había salas donde exponer, Tacuarí proponía una sala equipada espectacularmente, con un nivel de profesionalización a la hora del montaje, curaduría, presentación. A veces decía: “Che, paremos”. Abríamos fines de semana sin que entre una persona, clavados el domingo para abrir una galería de arte gratis para la gente, sin tener subvención ni nada. No había lugares y no es que ahora tampoco esté lleno de lugares para exponer o para tocar. Cuántas bandas de la isla o artistas locales que empezaban a armar sus proyectos pasaron por acá. Fue un poco semillero, de abrir puertas y dar posibilidades. Algo re importante fue madurar nuestros propios conceptos. De lo que fue al empezar: un lugar donde se programen actividades artísticas, donde haya talleres con gente grosa, una posibilidad de descentralización de la cultura, de pensar que para ver algo o para formarte tenés que irte a la Capital. Pero siempre algo que nos quedaba cortito. Siempre quedaba muy acá adentro entre los mismos que hacíamos las movidas y eso fue madurando, fuimos pensando, ¿Qué queremos hacer con eso? Cultura, esa palabra que nos preguntamos. ¿Qué queremos crear, qué queremos criar? Hay diálogos que ya venían resonando y la pandemia profundiza. En mí había algo que faltaba y cosas que no las pude concretar acá adentro, empecé a tener la necesidad de hacerlas afuera. Fue una preparación para lo que se viene. Empecé a sentir que Casa Tacuarí no era solamente la casa, sino que era lo que podamos proyectar desde acá “Hacia dónde, para qué y por qué”.

Si bien siempre lo supimos, en la pandemia empezamos a encontrarnos con la precarización del sector. Ahí empieza una mirada más de articulación, más colectiva. Espacios con los cuales veníamos intercambiando, pensando desde lo político, decir qué pasa con estos espacios, con este sector, qué significamos para la sociedad, para el Gobierno… Y esas preguntas empiezan a accionar una fuerza de laburo hacia las políticas públicas. Ahí empezamos a juntarnos un poco más: por falta de una ordenanza que nos proteja, que nos visibilice.

¿Y cómo fue la relación con el municipio?

Siempre se laburó cómodamente, no puedo decir nada, pero con un arma de doble filo porque nunca me clausuraron, siempre todo bien pero… “Yo no te vi, no me pidas que yo diga que vos existís y que podés hacer tal cosa”. Y cuando empezás a madurar te das cuenta que esos son derechos esenciales, que si no los tenés te van a coartar para sobrevivir a la cultura independiente porque no vas a poder vender un budín porque te van a querer clausurar o no te van a dar un subsidio para sostener algo que es insostenible porque no tenés una habilitación. Cuando empezamos a hablar de esto más profundamente hay una transformación. En Tigre somos un sector muy joven los espacios culturales, hay un relevamiento que hizo la UNSO (Universidad Nacional Raúl Scalabrini Ortiz) con una seriedad increíble y lo dicen ahí, es un sector donde la mayoría no tiene más de cinco años. Todo ese recorrido, la madurez en la gestión que hoy existe en REC (Red de Espacios Culturales de Tigre), donde también Tacuarí tuvo bastante que ver en su impulso inicial, esa es una de las cosas más importantes que siento que me llevo. Ni hablar de todo lo que provocó el Centro Cultural. Poder hacer hoy un evento y que vengan muchos vecinos, no saben lo que costó eso. El vecino de Tigre no venía, eso es laburar el territorio. No sé si hay otro lugar que articule tanto con lxs isleñxs como Casa Tacuarí, el cincuenta por ciento de los talleristas son de la isla. Metete en el Facebook a ver la historia en fotos de Tacuarí, cuánta gente en patas, bidones en la puerta y botas con barro. Eso es Tacuarí. Una heterogeneidad hermosa. Con los años pasó que todos nos empezamos a mezclar y tocamos temáticas que nos interesan a todos.

¿Qué tiene que pasar para que se mezcle?

Primero tener las puertas abiertas y no estar haciendo derecho de admisión. Tratar de tocar temáticas que nos competan a todos, tratar de llegarle a todos. Obviamente que hay gente que no va a venir y está bien. A mí lo que me importa es de qué estamos hablando.

Algo que tengo claro es el qué, el por qué y para quién. Este año tuvimos dos Sapucay, dos Festivales, un montón de artistas visuales, músicos, gente de la literatura, donde hablábamos de la temática socioambiental que nos atraviesa a todos. Hace algunos años la mayoría de las temáticas son territoriales, de patrimonio. Si pensamos en Junqueros, en Somos Tierra, en artistas de la isla que han expuesto acá. Hay un relato, necesito que sea así.

Un relato y una estética…

Y una identidad… Para mí ese es un cuidado esencial. No es menos plural ser respetuoso y cuidadoso de lo que uno quiere ofrecer. Me parece que el buen o mal trabajo se ve en cualquier estrato. Soy muy respetuosa de ese vecino que me costó tanto que venga. Lo que pasó el otro día en el Festival REC. Nada es al azar. Cuando empezamos a hablar del Festival yo quería sí o sí que suceda este año, para mí era emblemático, yo sentía que poder mostrar una fuerza como la que se mostró ese día, una empatía, es decir: “Che, se puede”. Siempre se laburó en mucha soledad, generalmente en los espacios culturales siempre estuvimos muy desarticulados. Después de la pandemia, en los últimos dos, tres años es impresionante la cantidad de espacios que abrieron en Tigre centro. Ahí hay otra transformación. Todos somos militantes de la cultura independiente, decís: “Que bueno que hay diez mil centros culturales”, sobre todo en estos tiempos, son los espacios de trinchera más grandes que hay. Sentir que desde lo emocional hay una red que se apoya, donde estamos empatizando todo el tiempo, juntándonos, encontrarnos trabajando, un montón de gestores haciendo un Festival donde cada uno está acostumbrado a laburar a su forma. Eso para mí es un crecimiento enorme en la cultura de Tigre. Son hitos de la cultura independiente de acá y sentirme parte de eso, que puse un granito de arena, Tacuarí acompañando como un espacio referente por su tiempo e historia.

¿Cómo podemos nombrar a este momento… cierra Tacuarí? ¿Por qué?

Me gusta situar lo que está pasando como un fin de ciclo. Es necesario pensar en Tacuarí como un proyecto que puede ser más allá de un inmueble. La casa es emblemática, es nuestro cobijo, nuestro nido, la que nos protege y contiene. El “cómo” no sé todavía. Sí cierra esta casa, el espacio físico, que no es menor, no va a estar más.  La casa vuelve a manos de su dueña, se rescinde el comodato. Con un aviso pertinente, nada fue de un día para otro. La realidad es que se juntan varios factores. Cuando me preguntan por qué no se muda Tacuarí a otro lado, ahí sí aparece la realidad de los espacios culturales. Es inviable sostener un espacio como este pagando un alquiler, salvo que nos juntemos diez personas. Los centros culturales no son económicamente rentables o autosustentables. Hoy el espacio no tiene fondos, después de la pandemia, si bien siempre fue difícil, nunca se pudo recuperar. Se rompe hoy la bomba de agua y qué hacemos. Y es la situación de la mayoría de los espacios que por ahí laburan de maneras diversas, cooperativas que son un montón y no viven de eso, y otros que sí viven de eso y lo viven de una manera más comercial. Yo nunca lo pude gestionar desde un lugar comercial, sí rentable porque yo laburo de esto, porque hay profes que laburan acá. No cierra Tacuarí porque ganó Milei. Con Macri nos vinimos a pique, estábamos saliendo a la luz y vino la pandemia. Eso fue real. Entonces hay un largo periodo de sostener. Tacuarí no muere, mutará.

¿Pudiste conectar con el futuro? ¿Qué te da ganas?

Hoy estoy pensando mucho en mi rol como gestora. Uno se va reinventando todo el tiempo. Cuando hablé del salir de la casa en la pandemia, esa salida al territorio, esta posibilidad de pensarnos en la cultura no precisamente dentro de una casa. Me parece que tener ese panorama, tener esa amplitud es necesario y también es una realidad… podemos llegar a donde queramos. Desde la militancia cultural me duele que cierre Tacuarí, es hermoso que exista una Casa Tacuarí más allá de lo personal. Eso vengo trabajando, de entender y aceptar los ciclos, esto se transformará en otra cosa o no. Podemos hablar de fin de ciclo, fin de fase, pero siempre que cierre un centro cultural en un barrio tiene una parte que es un bajón, es así. Yo no quiero bajonearla desde ningún lado, mi forma de vivirlo es transmitirlo desde el amor y agradecimiento, me parece que es la mejor forma de despedir este proyecto. Que cierre un centro cultural nos pone reflexión, qué significa que cierre un espacio en una ciudad, un barrio. Qué importancia le damos en la sociedad a estos pequeños espacios que parecen invisibles. Sin embargo, somos de una fuerza y potencia extraordinaria. Muchos nos damos cuenta que están cuando ya no están más. Tenemos que valorar de que no están ahí porque sí y que funcionan solos. A veces no hay una conciencia real de lo que significan estos espacios. Tomar conciencia que el Festival REC fue para visibilizarnos ante todos. Se sintió ese abrazo. Me da mucha alegría pertenecer a esta comunidad, saber que hacemos lo que hacemos, que peleamos por lo que peleamos, que ponemos el cuerpo. Algo muy importante que pasó este año fue GESTA, la residencia en gestión cultural. En uno de los talleres hablábamos de la gestión de los espacios, a veces no tenemos conciencia de lo que implica poner el cuerpo, cómo nos sobreexigimos, porque ponemos el cuerpo entero, pensando, escribiendo, abriendo la puerta, limpiando, estando hasta cualquier hora… son años. Si yo le transmito esto a mi cuerpo en este lugar, es un montón. El laburo cultural no tiene otra manera que poniendo el cuerpo. Siento que tengo un motor encendido, lo que está empezando, está buenísimo poder haber vivido todo lo que viví. Me hace muy feliz pertenecer a este medio y también es muy doloroso muchas veces. Gestionar espacios culturales puede ser muy frustrante, tiene que ver con fuerza, trabajo y resiliencia.

¿Frustrante por qué?

Muy pocas veces podés hacer lo que realmente soñás, que salga como querés, porque siempre hay poco apoyo, porque es un lugar muy precarizado. Si no tengo ningún apoyo, ningún fomento. Cuando tenés que todo el tiempo remar, hacés talleres durante trece años y seguir remando como el primer día, porque traés una obra de la puta madre y vienen quince personas… toda esa parte es muy frustrante. También es maravilloso porque es un motor, porque es mi lugar de resistencia. ¿Qué hacemos después de lo que pasó el domingo si no tengo este lugar? Iré a ocupar otros, pero a mí me salvó, muchas crisis que he tenido personales, sociales, económicas, estar acá me salvaba. El abrazo con gente como ustedes, el vecino que te cuenta cosas de su vida, el artista que tiene sus mambos, mi familia colaborando… Yo con un bebé recién nacido estaba laburando acá. Cuando estaba embarazada no daba más y estaba laburando en la Noche de las Artes, y me da vida. Esto nos da vida a todos, un lugar donde puedas pasar y tomarte un mate, tener tu espacio para crear. Sueño con armar más comunidad, tener más recursos, armar redes más colectivas, alianzas, me parece que hay tanta gente que necesita espacios. Lo que va a ser estos cuatro años. Estos son los lugares que necesitamos que se reproduzcan.

Agendate, no podés faltar El jueves 7 de diciembre Tacuarí abre sus puertas para encontrarnos en un gran abrazo para celebrarnos y celebrar a la cultura independiente, ¡para celebrar a TACUARÍ! + Info: @casa.tacuari   No esperes a que la Timbó desaparezca. Podés colaborar tocando acá para que sigamos difundiendo espacios culturales del conurbano norte.  

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