Texto: Florencia Schappapietra
LA HISTORIA SE DESPLIEGA, SE DESDOBLA, SE DISUELVE Y CON ELLA EL PASADO Y EL FUTURO DE SUS GENTES, QUE SON LO MISMO*
¿Quiénes escriben el mito Nacional? ¿Cómo lo escribieron y escriben? Ahí está el jugo viscoso donde se moja el pancito cuando se termina el plato.
El fondo de olla de Las Pesadillas del Brigadier (bien podría ser un locro) tiene un dejo de sabores sosos, intensos, grasosos, con aroma a especias exóticas. En ese caldero de barro donde se fue cocinando la historia argentina, nos ensalza la dramaturga, sin saber qué ingrediente se coció primero.
Algunas certezas hay, la cuchara la revolvieron manos de criada o esclavo. La receta la redactaron y enunciaron luego en el orden que quisieron los oligarcas terratenientes en su relato onírico del Estado Nación blanco y republicano, hecho con productos de esa misma tierra que se apropiaron, en la que soñaron un modelo agroexportador y liberal, sin dejar una sola gota de sangre sin derramar. Plato inmortalizado en la naturaleza muerta de la cultura nacional y en periódico semanal.
Si se quiere dar un orden cronológico, esta obra de teatro de Meli Marcow nos ubica en los salones de la casa de campo de la familia Mitre, justo antes de la guerra de la triple Infamia, aunque su temporalidad no es exacta.
Bartolomé Mitre (ese barbudo en el billete olvidado de dos pesos, aquí con miedo a un monstruo de dos monedas) aparece de refilón, apenas una sombra perdida en sus pesadillas de oligarca con paranoia y pánico escénico-político, encerrado en su despacho ocupado en traducir la Comedia del Dante mientras la guerra se avecina.
Conocemos de los sueños que lo azotan por los comentarios de sus hijas y criadxs paseándose en primer plano. Quienes se ocupan de leer y responder la correspondencia del Brigadier, tejiendo su voz en la historia, metiendo mano en la ardua tarea de crear la cultura nacional.
Sus hijas lo espían tras las cortinas, reciben al diplomático que el Brigadier se niega atender (exigiendo que le deje todo por escrito), pelean en el desayuno por la tutela del diario matutino.
Un elenco de criados juega a ser señores, leen cartas, toman clases de pintura con el mismísimo Cándido López, aquí Zepol, que está de residencia artística desorientado en casa de los Mitre. Hasta toman como sirviente a un esclavo paraguayo que el diplomático trae de obsequio a la casa, junto con un frasquito de cúrcuma.
No solo vemos el rol histórico en el gestus de los personajes que deambulan por la sala, se nos presentan concretos y metafóricos, hasta deformes.
Si bien la autora nos ubica en un hecho histórico, no debemos engañarnos por la temporalidad de la acción, no busca contar los hechos tal cual fueron, sino presentar una visión del pasado que se enlace con debates del presente, servido en un mismo plato proteico, abundante y repetido: clases dominantes creando sus propios demonios, clases populares con sueños de ascenso social.
Degustamos este drama epistolar, en XVIII actos, tratando de adivinar todos los ingredientes que hicieron este guiso nacional, con el que estamos empachados hace más de 200 años.
Las pesadillas del Brigadier (pieza infográfica), de Ediciones Hasta Trilce (2021), cuenta con la edición de Federico García y los prólogos de Ginna Álvarez y Diego Palacios Stroia. El arte de tapa es de Lola Amarilla. Puede conseguirse en su librería virtual o física.
*Por si no entendiste la letra chica, en el andamiaje de quienes tuvieron la tutela intelectual de crear una identidad nacional y dividir con su pluma civilización y barbarie, Meli Marcow, en una propuesta de montaje, te lo subtitula en MAYÚSCULAS, las paredes hablan con información, chismes, rumores, brindan otra puerta de entrada concreta y activa de leer la historia.
Podés conseguir Las pesadillas del Brigadier, de Meli Marcow, en edicioneshastatrilce.com.ar y en librerías de todo el país.