Hace un año parecía imposible pero no: Ganó Milei, nomá.
¿Y ese quién es? ¿Quién lo votó?
Ah, no sé.
La cosa ahora es que en esta peli mala de terror toca recomponer los lazos, ¿te das cuenta?
Dejar a un lado la japa, el ego de la pequeña diferencia para aglomerarse en causas mayores.
Acercarnos y votarnos como una matriz colectiva que un día suena con músicas y diversidades en ranchos, carpinchas, y otro día con voz guaraní Aguyje veté tacuarí porá, río de cañita chica que muta, y así un día más con versos de poeta villero, barrio adentro, y otro con oraciones de travestis marronas y adoradoras del sol, altar y almar, cuchando estas y otras.
Sí, ese hueco que ahora sentimos en el pecho lo podemos llenar
juntándonos.
Buscando nuevas estrategias.
Porque la resistencia de la cultura colectiva y organizada siempre será un arma poderosa. Aunque ir a terapia, dicen, siempre es una buena cuchillada para el ego burgués, ¿no que sí? Y el arte hecho apenas con las manos siempre sobrevive.
Pero mejor pongamos otra peli, dale que va.
Una donde no hay buenxs ni malxs.
Una con hermanxs, vecinxs, primxs, indios, negros, cabecitas, travas, gringxs y todos los etcéteras que creó la tierra. Sentades alrededor de un fuego pasándonos la pipa entre chistes, canciones y dramones. Nos entendemos, nos abrazamos y nos preguntamos “¿cómo puedo ayudarte? ¿cómo sacamos el problema de entre medio de nosotrxs y lo ponemos al costado para poder ponernos codo a codo a ver el problema? Ah, ¿y por qué no le das me gusta a mis publicaciones?”; son algunas de las inquietudes de este texto amasado a cuatro cuores.
Timbó Diciembre, la #103.
La que carga con la incertidumbre de un futuro que ya duele pero que nos está volviendo a encontrar, juntxs y alertas.