
Entre 2013 y 2014, tiempo antes de cumplirse los diez años de la tragedia de Cromañón, con el compañero y fotógrafo Facundo Nívolo, comenzamos a trabajar en la recopilación de testimonios de sobrevivientes con el deseo de publicar un libro. Ese proyecto quedó inconcluso sobre todo por motivos económicos aunque hoy encontramos en Timbó la manera de compartir el material al mundo, para que esté vivo y circule. Nos aferramos a la pregunta de por qué seguir, quiénes éramos antes de la tragedia y quiénes somos hoy. Porque amamos la vida y recordamos. A los pibes y pibas de Cromañón, a lxs que están y lxs que no, a lxs familiares y amigxs, no olvidar. Recordar es pensar.
Nota: Guido Zappacosta – Facundo Nívolo
Fotografías: Facundo Nívolo
SILVIA ESTEVEZ
San Martín
En ese momento era docente, daba clases en escuelas, en la facultad y en mi casa: matemáticas, física y química. Vivía en el barrio “El 18”, a media cuadra de una villa, una de las más grandes de San Martín. Daba catequesis para los pibes de la villa. Siempre me gustó el tema social y misionaba. Iba al interior, estuve en Bolivia, Brasil, Paraguay. Me parece que uno lo que le da a la gente, la gente te entrega el doble, viste. Era más chica, tenía otras ideas, ahora como que tengo las mismas pero se dificulta un poco más, pero me dedicaba a pleno a eso.
Todas las vacaciones las misionaba enteras, ya había terminado las carreras: profesorado de historia y licenciatura en exactas. En esa época trabajaba mucho en lo social, todo el día. A la mañana en la facultad, a la tarde en la Túpac Amaru y a la noche en mi casa. Los sábados a la mañana daba clases y a la tarde me iba a la iglesia con los pibes. Los domingos daba catequesis y a la tarde, como no tenía a mi hijo, o tenía reuniones por el tema de las misiones o me iba de paseo con los pibes. Como no conocían nada nos íbamos a Plaza Francia, al Obelisco… esas cosas. Creo que el trabajo social surgió de ir al kiosco de la esquina y ver a los pibes armados custodiando la casa de un narco cuando la gente que iba a comprar merca, todo eso era muy desgarrador. O ver a los chiquitos que te pasaban sucios, descalzos. Después con las misiones que empecé a pisar el interior, eso te cambia la vida. Porque vos lo que tenés no lo valorás, “Ah mirá, mi casa, entro salgo, ni pelota”. Allá no tienen casa. De haber dormido en Paraguay debajo de bolsas de consorcio, vos decís, “¿Eso es dignidad?” Uno no se cree revolucionario del mundo, pero no podés mirar tan indiferentemente todo lo que te pasa al costado y contentarte con tu casita y tu ingreso mensual. Eso me quedó de unas monjas que misionaban en África. Si vos no sos capaz de sentir lo que le pasa al otro sos un poco “anormal”. Todo esto de entrar a las villas te moviliza, no podés hacer mucho, te soy sincera, pero por lo menos no te quedás sentado mirando, que es lo que hacemos todos. Viene el pibe a pedirte la moneda y lo mirás, a mí eso no me contenta, no puedo verlo, me pone mal. A mí no me alcanza con tener para mí, quisiera que todos tengamos, soy medio utópica tal vez. Me acuerdo la casa de unos abuelos en Chaco, ahí dejé de ser yo para ser lo que soy hoy. Resulta que tenían un solo postrecito que era para su nieto y me dicen, “Es para usted”. No tienen nada y te dan. ¿Y sabés por qué me lo dieron? Porque yo me había acordado de ellos, porque alguien los iba a ver, ¿no es una locura? Entonces vos decís, no tienen nada y te lo dan, y nosotros tenemos tanto que estamos pensando que el pibe que te pide la moneda se la va llevar al padre para que se chupe. Hacemos una cantidad de circuitos mentales que terminan en “No le doy la moneda”, ¿me explico? La Argentina es muy solidaria y podemos cambiar esto, no puede existir un siglo XXI sin luz, sin agua, eso es una falla social. Pisar el interior te cambia la vida, Salta, Formosa, Chacho, Jujuy, pisá la pobreza y vivila como ellos, eso te enseña en la vida, que tenemos todo y nunca le damos importancia, viste, ni siquiera el agua, vos decís “El agua”… y es el agua.
Yo seguía mucho el rock. Daba clases en el barrio Sargento Cabral que tiene una escuela interna. Una alumna me dice un día, “Silvia, ¿vamos a ver Callejeros?” y yo le digo, “Quiénes son, qué venís con pelotudeces”. Bueno, la acompañé a Mataderos que tocaron en un galpón. Sigo a Callejeros desde hace un montón. Fue una banda que a mí me sirvió mucho, me reconfortó el alma desde el momento que la escuché hasta el día de hoy. Ha sido muy importante por eso es al día de hoy que la sigo, qué sé yo, la música me gratifica en un montón de aspectos. Mi hijo hizo musicoterapia con la música de Callejeros. Si yo te muestro los certificados de discapacidad te dicen que nunca iba a hablar, es como que ha significado mucho para mí. Después ya me gustó y como lo que te gusta, lo seguís. Lo seguí con mis primos pero ellos después de Cromañón no lo siguieron más y yo sí. Fui a todos lados, microestadio de Atlanta, Excursio, Obras, lo he seguido siempre, fue como algo que llegó a mi vida y se quedó. Ha marcado muchas cosas y la tragedia es un punto de inflexión en mi vida. Yo después de Cromañón perdí un bebé por los tóxicos, no hay golpes más feos que esos en la vida. Pero en la vida todo te enseña, ojo, nunca te saca, siempre te da más… eso yo lo veo como pasos, pruebas que he superado. Al principio iba con esta chica y con los chicos de La Mocosa, una banda de rock de San Miguel que eran amigos. Me movilizaban las letras, el que trabajaba en lo social es como que siempre va contra el sistema, qué sé yo, me gustaba el público, la humildad de la banda, Patricio, que para mi tiene un carisma especial, la gente, los recitales. Nosotros tenemos treinta mil amigos que ya los conocés. El recital pasa por encontrarte con la gente de siempre, de eso se trata, de juntarte con tus amigos que escuchan lo mismo que vos, pero específicamente las letras, la voz, me llega mucho la voz de él. Había huecos en ese momento en el rock cuando salió Callejeros, no estaban Los Redondos y cuando me dijeron vamos a verlo, “Bueno, vamos”, así nació ese amor, es inexplicable, ¿viste cuando algo te apasiona? Iba la familia, iba el barrio, los amigos, la gente igual que vos. Cuando vas a un recital de rock, ¿qué tiene de diferente?, me preguntan mis pibes, “¿Por qué no fuiste a bailar?” Cuando vas a bailar te miran cómo sos, qué te pusiste. Cuando vas a un recital de rock son todos amigos, no hay esas diferencias, nadie se va a fijar qué te pusiste. Todos te van a saludar, te van a respetar, vos te sentís uno más, es una familia. Por eso siempre me gustó el rock y más este estilo de rock barrial. Seguía a Los Piojos, después iba con mis primos a ver cualquier cosa, iba a ver bandas por todos lados, seguía a Los Redondos, pero si tenía que poner un peso lo ponía en Callejeros, No Caduca, Barrios Bajos. Ir al recital es la parte menor de todo lo que vos vivís para ir al recital, la previa con tus amigos. A mí me gustaba todo el entorno de Callejeros, que estuvieran las familias. Hoy sigo con la banda, he armado movilizaciones a favor de ellos.
El 30 de diciembre de 2004 estaba con mi pareja. Yo fui el 28, 29 y 30. Era un combo que habíamos comprado en Locuras de Belgrano, casi un regalo. Fuimos nosotros porque mis primos habían ido a Excursio y como era fin de año no quisieron venir. Fuimos con él. Yo había terminado de laburar, ese día estaba laburando en mi casa. Me cambié y me fui para allá con mi pareja. Ya veníamos medio reventados de los días anteriores y el 30 fuimos porque ya habíamos pagado la entrada, estaba fusilada. El momento antes de entrar estaba con malas sensaciones, no había sido un día bueno, lo percibía como que iba a ser un día malo, ya no me gustaba, ni la entrada, venía cansada de un montón de días. Me junté con unos amigos y entré mal, con una sensación fea, mal predispuesta. El cacheo no me gustó, me hicieron sacar las zapatillas, no entendía bien qué pasaba, como raro, no me gustaba.

Yo creo que, bueno, estamos, y no hay que echarse la culpa por estar. Muchos chicos se echan la culpa por estar. Hay que vivir la vida bien que por eso estamos, porque vos después de tanto desastre si tenés la cobardía de vivir tu vida mal, bueno, viste, como para qué te dimos la oportunidad, llame como se llame, Dios, lo que fuera, te dieron la oportunidad, por algo estás. Somos “sobrevivientes” como dice la palabra: sobrevivir. Solos. Hay un estado totalmente ausente, porque a mí nadie me vino a golpear la puerta para decirme, te ayudo. Vos solo saliste de eso, solo tu mente salió de eso. Entonces dedicate a eso, a ver qué hicieron estos pibes, cómo reconstruyeron sus vidas. Entonces somos sobrevivientes, por algo estamos y eso a nadie le interesa. Les interesa mostrar las imágenes, las ambulancias, lo que ya vimos treinta mil veces y que lo único causa es dolor. Es como si quisieras enseñar la segunda guerra mundial y mostrés solamente los muertos del holocausto y no es eso, hay un montón de situaciones atrás, un montón de familias que después de Cromañón se organizaron, pelearon, eso a nadie le interesa. ¡Vamos! Hay un trasfondo social. Hay un montón de chicos que todavía no salieron, que no rearmaron su vida, que Macri y todo el Gobierno de la Ciudad con lo único que se contentan es en tirarles un subsidio y “Bueno, tomá, nos re vimos, y callate, no jodas más”. El argentino vive lo que pasa hoy, lo mismo con la tragedia de Once, “¿Y, qué vas a mostrar? ¿Cómo se golpea el tren todos los años?” No, hay familias atrás, viste.
He aprendido a llevar la vida con ésto, siempre aprendiendo, no es que me olvido, no es que no tengo memoria, es diferente. Es honrar la memoria, laburando, siendo digna de lo que me pasó. Viendo que mi hijo crezca sano y bien, hablándole a los jóvenes desde la docencia para que se cuiden, que tienen que tener control, saber a dónde van. Hoy en día me levanto, estoy en casa, doy clases, disfruto de mi hijo, de mis alumnos, me rio toneladas con ellos, lloramos, contamos la vida… de eso se trata. Me encanta que los chicos crezcan, son el futuro, parece una frase trillada pero es la pura verdad. Si creamos generaciones que están nada más que esperando que les venga todo, que no se pongan en lo que es el esfuerzo, el trabajo, en la voluntad, en buscar ser alguien. Pero “ser”, no “tener”. Después salgo con mi hijo, lo llevo a la escuela, lo traigo, lavo, cocino (no mucho), me gusta muchísimo leer, doy charlas para las escuelas, justamente sobre el tema de Cromañón. Una vez di una charla en el La Salle de San Martín. Un pibe se me acerca y me dice, “No sabés cómo me ayudaste”. Era un chiquito particular, era gay y tuvo la mala suerte de que le robaran una foto que se sacó en tanga frente al espejo y esa foto recorrió todas las escuelas. Los adolescentes necesitan alguien que les hable, que les digan que se pueden pasar muchas cosas y seguir en pie, esas cosas me gratifican.
Ya no me dedico al trabajo social por el tema de mi hijo, él tuvo diagnóstico de sordera y autismo, pero ahora está bien. Siempre tomé las discapacidades de mi hijo con total normalidad y aceptación. Yo le juraba a los médicos que él escuchaba. Empiezo a recorrer hospitales de niños hasta que un médico me dijo, “Tu hijo tiene autismo, tu hijo no va a hablar, preparate para eso”. Salí del hospital con un shock emocional, lloré cinco minutos y mirá lo que se me pasó por la cabeza: mi hijo nunca va a entender que yo lo amo, no lo va a poder percibir porque el autista no te registra, nunca me va a decir que me ama, sentía que se me venía el mundo abajo. Empecé a contactar gente, empezó el tratamiento y se le dio de alta. No te puedo explicar la lucha, hoy tengo la gratificación que me dijeron nunca iba a hablar, pero ahí lo tenés, ya no tiene ese diagnóstico. Yo siempre digo que a mí Marcos me salvó, no hay nada más lindo en el mundo que tener por quien luchar. Después de Cromañón me dediqué toda mi vida a él, yo lo veo y me muero del amor.
El gobierno cree que tirándote un subsidio salva todos los quilombos que tiene. A la hora de analizar Cromañón lo que menos hay que analizar es el boliche y todo lo que pasó adentro, sino lo que pasa afuera. No es que tuvo la culpa el que tiró la bengala. Cortala con la pavada, pisá terreno firme, esta culpa la tuvo el estado. “¿Cómo lo vas a arreglar? ¿Con mil pesos por mes?” La psiquis no se cura así. Mis derechos se lo llevaron con una topadora. Los míos, los tuyos, los de todos. “Sos el paria que sobrevivió y jodete por sobrevivir”, casi que te dicen eso, pero no porque huele políticamente incorrecto. En el caso Melina investigan a la nena porque era una trola. ¡No! Una nena que tenía una madre que nunca se preocupó, un boliche la dejó entrar con 17 años y ese boliche sigue abierto, entonces, jodeme, yo ya no tengo los 15 años que me vendían caramelos, ya está. Soy un ser pensante y no quiero vivir más así. Cuando hubo que aumentar el subsidio el gobierno de Macri dijo que no tenían plata porque tenían que hacer la bicisenda. Dibujá otra historia, ¿por la bicisenda? ¿Cómo te sentís? Boludeado. Cromañón es una cuestión complicadísima y tiene muchas cosas que deshilvanar, hay mucho que laburar. Es un gran círculo. Después la estigmatización de la gente que dice, “Y, pero estaban todos drogados”. Como si por estar drogado tuvieras derecho a morirte. Y sí. Melina era una ligera, ¿Y qué? ¿Por eso la tenés que matar? Es una sociedad en la que nos tiramos la pelota entre todos y a ver quién se salva… y el estado siempre se salva.

Mi hijo me hizo valorar la vida de otra manera. Él nació en el 2007 después de la muerte de su hermanito Agustín. Yo creo que no me levantaba nada, era un ente. Él me salvó, cuando lo vi por primera vez volví a sonreír, dije, “Tengo algo que es mío, algo por lo que luchar”. La tragedia de Cromañón te da ganas de decir “Para qué”. Cuántos pibes están en esa situación, a mí me salvó abrazar a mi hijo todas las noches. Este ser me llenó de luz y por él voy a seguir. La vida me cambió. Entonces supe ver por qué estaba y empecé a ver Cromañón de otra manera, ya no me echaba la culpa porque había salido. Podía hablarle a los pibes de Cromañón, podía luchar para que se concienticen, que hay que ser responsable con la vida de uno y de los demás, que cuando salimos tenemos que cuidar la vida de los otros también. La llegada de mi hijo fue vida entre tanta muerte, por ahí, me pasó de descubrir que uno tiene una misión, no sé. Empecé a pensar por qué sí estoy.
En el futuro pienso en formar una familia con Daniel, mi pareja. Me gustaría darle una familia constituida a mi hijo, pienso en el futuro de él, quiero que sea una persona buena, lo demás no me interesa. El otro día me llamó la maestra para decirme que iba a repetir pero también me dijo, “Es tan bueno Marcos”. Bueno, eso es lo único que me interesa, él es sumamente respetuoso y ya está, con eso me alcanza. Después yo lo voy a sentar y vamos a aprender “la a, la e, la i”, ya que con que me digan que es buen compañero soy feliz. Cuando Marcos crezca voy a volver al trabajo social, me gustaría cambiar un poco ésto, es una cuestión tan complicada la que estamos viviendo, estamos en una batalla, una clase media laburadora pero que te odia a la villa, que son los negros, los peores, ¿sabés lo que pasa? Si un padre nunca le dio amor al hijo, no podés dar amor si nunca lo tuviste. El pibe que nunca recibió amor va a ser un guacho, ahora, ¿el pibe es el guacho? No. Nunca nadie lo quiso bien… esas son mis preocupaciones.
Una de mis locuras de siempre es vivir en el interior y trabajar ahí porque ahí no tienen nada de verdad. He vivido muchas cosas en el interior, gente que no sabía lo que era una radio, nenes que no conocían las golosinas, y son felices, y nosotros que tenemos diez mil cosas no lo somos. Ellos no tienen nada pero se tienen entre ellos, esa es la diferencia. Esas cosas del interior las quisiera vivir eternamente, también por mi hijo, para que crezca en un lugar sano, este no es un buen ambiente para un nene.
Yo quisiera que se remarque la palabra “sobreviviente”. No porque uno se crea superior a nadie, sino porque hemos tenido que salir solos, solos, solos. Contra viento y marea. Somos sobrevivientes y todos los días cada sobreviviente le busca el sentido a la vida para seguir, mal o bien, es así. Hay que evitar que vuelva a haber sobrevivientes, todos los argentinos somos sobrevivientes, todos los días, porque salimos al laburo y no sabemos si volvemos. Hay que revalorizar la figura de sobreviviente pero no para ponerlo arriba de un monumento, sino para que tengan el lugar en esta sociedad, el gobierno podría utilizarnos para dar charlas a los pibes, para concientizarlos. Ese sería un laburo y nosotros encontraríamos el sentido de nuestras vidas. El sobreviviente en algún punto es un ejemplo porque llevó la vida y la vida hay que llevarla así, no es fácil. No podemos pasar por la vida así nomás. Como el sobreviviente de Malvinas que, gracias a Dios, lo valorizaron. Ese tipo sobrevivió al capricho estatal para levantar un gobierno de facto. Entonces después curarle la mente, eso tuvo que haber hecho el estado con nosotros. Curarnos la mente y curarnos el alma, pero no les interesó. Cada uno de nosotros le busca el sentido todos los días para seguir viviendo y eso lo tiene que saber la sociedad. Porque no somos unos drogados de mierda que nos fuimos a meter ahí porque tenemos ganas de joder, estábamos disfrutando de un espectáculo y nos pasó lo que nos pasó, y tuvimos que salir solitos.