LA SANTA RITA

Texto: Luca Bral / @mimosa_hostilis_

Fotografías: Antonella Montalván / @amontalvanph

La Santa Rita es una pieza que supo ser comedia en su origen para luego devenir drama tras una disección quirúrgica/dramatúrgica en manos del director. No extraña que semejante intervención haya transcurrido en la pandemia. Si exploramos capa por capa, podemos hallar los matices de esa transición que se nos revelan como una veladura: se presenta como un policial, que pronto vira al suspenso en clave de terror con algunos bálsamos tragicómicos. 

Suelo ser una espectadora lenta, me toma tiempo entrar en la propuesta, pero en este caso el gancho fue su fuerte impronta visual. La fotografía introduce a la historia, entonces todo empieza a moverse lentamente, y la luz te lleva para un lado, y la música te conduce hacia otro, falta la cámara y es una peli. Plano secuencia y suspenso a pelo. Todo ese obrar minucioso de dirección se nota y explota, prueba que se puede manipular piezas pequeñas y delicadas a fin de ponerlas a andar en un mecanismo propio y con su ritmo adecuado. 

El arte es la forja: vestuario y escenografía dialogan en lengua cinematográfica fluidamente con texturas, colores y guiños, nada esta arrojado al azar. Logra una sensación de atemporalidad y pone a la protagonista en varios mundos posibles, lo cual es muy enriquecedor para le expectante. La iluminación no se limita al acompañamiento, sino que es detallada y expansiva. Sabe tensar y aflojar la cuerda en los momentos precisos, tanto con transiciones sutiles como con bañados avasallantes. La sonoridad de LSR es una criatura aparte. El comienzo es una obertura que descoloca. La música está presente durante toda la obra alertándonos que es un personaje más, uno sacado de alguna de Hitchcock: tiene astucia, oscila entre malicia y benevolencia con sus motivos. Crea atmósferas con tirantez, perturba, aguijonea, se asienta en disonancias que a veces deleitan y otras exasperan hasta el aturdimiento. El tratamiento que actriz y director le dieron a la voz es uno de los engranajes más aceitados de la obra. Los sonidos que emite Celia son entonaciones monocordes y armonías parsimoniosas que cuentan la historia en primera persona, acompasadas del chasquido de la tijera de podar, el cierre del bolso, la tierra escurriéndose entre los dedos. Este mismo método se aplica a las palabras elegidas y al decir en una dramaturgia conjunta de dos voces que pudieron fusionarse en una sola.

LSR puede leerse tanto como un film noir a todo technicolor como también un giallo de terror. Indaga en tantos miedos: la locura, la cárcel, la soledad, lo inevitable. Por la importancia que se le dio a la música y a la luz, me recordó a Darío Argento, el único que te salpica el horror con una paleta saturada y complementaria. En momentos de tensión la escena se abarrota, los elementos se complotan. Hay hervores en esa caldera cuando todo se tiñe de rojo.

Se puede ser tierna y oscura a la vez, Celia lo demuestra. Me hace pensar en todas esas confinadas a espacios de control y encierro: la cárcel o el loquero, tanto por no ser lo que deben ser (porque a ella se la juzga desde el principio, por todos los ojos que caben en la sala), sino también por insistir en su ser. Se la penaliza y patologiza por defenderse, porque elige preservarse frente al ataque del mundo exterior, de la normalidad. En su propio resguardo se autovalida. Para los cuerpos sociabilizados como mujeres y para el espectro de las disidencias indisciplinables, la autodefensa urge pero también criminaliza. El jardín de Celia es una extensión de su cuerpo, y alguien irrumpió en su intimidad, esa en la que ella no jode a nadie. ¿Cuántas veces Celia advierte que se detenga, basta, no, no es no? Varias. Ella hizo lo que podía hacer con las herramientas que tenía: las empíricas y las de jardinería. Con todo ese sustrato podemos ver a Celia florecer en escena y trepar hasta lo más alto de la cadena, transformándose en depredadora. Una persistencia digna de una enamorada del muro. Al final Celia no es una santa y eso no se le perdona.

FICHA ARTÍSTICA

Texto: Evangelina Ferreira y Guido Zappacosta 

Actúa: Evangelina Ferreira 

Música: Braian Arévalo 

Producción y asistencia técnica: Sofía Reyes

Vestuario y escenografía: Lucila Presa

Arte gráfico: Clarisa Oliveri

Dirección: Guido Zappacosta

 

GÉNERO

Policial

 

DURACIÓN

25 minutos

 

PRÓXIMAS FUNCIONES

@lasantarita_obra

 

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