HISTORIAS DE LAS MANOS

 

 

 

 

Texto: Héctor Serres,
Silvina Curbelo y Franco Lopez
Fotografías: F.L. y H.S.

 

 

 

Las manos tienen historias. Hablan. Son compañeras silenciosas pero si las miramos, nos muestran por dónde anduvimos. Algunos tienen los dedos chuecos de tanto sonárserlos o una falange que no cierra, no flexiona bien. También está la que se quebró, no se recuperó del todo y le quedó un dedo torcido o que no puede mover completamente. 

Hay palmas con callos por arreglar cosas, por remar. Manos manchadas con pintura, con marcas de accidentes, manchas de nacimiento. Manos que duelen, que tienen lesiones y siguen trabajando, no paran a tiempo. Están, además, las que dan una mano con el cosito del coso. Hay unas enormes, con dedos anchos y piel curtida de tanto darle al martillo, la soldadora, la lija, la escoba y todo tipo de herramientas. Algunas se quemaron en una cocina o tienen la piel cortada por un cuchillo que se resbaló mientras picaba una cebolla. Otras manos tienen que estar limpias para curar, masajear, tocar. Existen manos que cuando entran en la tierra encuentran un saber que hasta hace minutos desconocían o habían olvidado, un conocimiento ancestral transmitido por el contacto con frutos enterrados; manos que descargan en la tierra. Hay dedos sin huellas digitales, pieles resecas, nudillos cortados.

Cada mano con sus líneas, sus recuerdos, alegrías, convicciones, aprendizajes, memoria motriz, llantos. Son herramientas vitales para cada vida y cada día. Algunas hacen un poco de esto y de lo otro, lo que quieren, lo que les gusta, otras lo que pueden, lo que tienen que hacer, lo que hace falta para llegar a fin de mes.

Con el trabajo como horizonte, nos acercamos a algunas personas para escuchar a sus manos.

 

 

 

 

 

Eleonora Micelotta

Horticultora en una huerta agroecológica de Maschwitz

40 años

De Beccar, San Isidro

 

¿Qué valor tienen las manos en tu laburo?

Muchísimo valor. La herramienta más importante del horticultor son las manos. Primero, hay un contacto con la tierra. La tierra tiene una bacteria que te hace segregar serotonina al contacto con la piel, la hormona del bienestar. El contacto que vos puedas tener con la tierra, con la planta, el tocar una hoja, el percibir a través del tacto, las plantas, los frutos. Cuando cosechás, cosechás sin guantes. Agarrás los tomates y ves su salud, sentís su salud. Hay una parte que es visual, pero hay una parte que es la mano. La cosecha de papa, de boniato, de batata. Es algo como ancestral. Vos te conectás… usás la pala pero después usás las manos.

 

¿Sentís algo en particular?

Siento como si supiera hacerlo y que a los demás les pasa lo mismo. Hace 20 días saqué un cabellón de boniato y llamé a un par de compañeros. Es una planta rastrera, muy bajita y tenés que ir abajo a sacar el tesoro. Todos estaban parados como: “¿Y cómo cosechamos esto?” y a los cinco minutos estaba todo el grupo feliz haciendo chistes y riéndose sacando boniatos perfectos, sin lastimarlos con la pala. La pala tiene que entrar de una manera solo para aflojar y después usás mucho la mano para no dañar el alimento. Si lo hacés mal, rompés el tubérculo. Lo podés comer, pero si lo tenés que mantener, fuiste. Esto que te cuento es una experiencia en la Huerta agroecológica de Maschwitz, que es municipal. Me acuerdo que Antonia, que es una compañera del Potenciar (ella nació en Paraguay, tiene muchos conocimientos), y en un momento dice: “No, no, sacame estos guantes” y empezó a cosechar el boniato sabiendo lo que hacía.

 

¿El trabajo dignifica?

Según… Para mí las condiciones de trabajo no dignifican, el sueldo que nos pagan por las actividades no dignifican. Lo que puede cobrar un trabajador de la tierra no es digno, para una persona que está produciendo alimento. Por eso ahora hay tantas cooperativas. Eso sí es un trabajo espectacular, lo que hacen en el movimiento campesino donde ellos plantean sus propias condiciones, pero no estaría segura de que el trabajo dignifique. Me parece que es una consigna un poco antigua.

 

 

 

 

 

María del Pilar Benítez (Pelu)

Pedicura

De Tigre

 

Texto: Silvina Curbelo

 

¿Cuál es el valor de las manos en tu trabajo?

El valor de las manos es todo, es con lo que abrazás, con lo que hacés fuerza, con lo que elaborás. Agarrás a tu hijo con las manos, creás con las manos. Podés hacer lo más bruto, apretando un tornillo y lo más suave, acariciando a tu bebe.

Cuando nacieron los chicos, yo me dediqué a la crianza pero también hacía cajones en un galponcito que había en el fondo de casa.

Yo quería que mis hijos tuvieran mi presencia. Ya cuando fueron más grandecitos, yo trabajaba todo el día, hasta la noche. Y es horrible porque los controlaba, veía que estaban haciendo, por teléfono, ¿entendés?

Cuando me separé, me quedé sola, pensaba que tenía que darle de comer a mis pibes. A veces dejás pasar cosas como el acoso que siempre existió. Bancar patrones que te degradaban porque vos no accedías. Y te tenías que callar la boca porque, es más, te daba vergüenza decir eso.

Eran años muy nefastos que no te podías ir.

 

¿El trabajo dignifica?

“El trabajo dignifica” es una frase que mi mamá y mi papá me dijeron toda la vida. Creo que en un punto sí, porque tenés la posibilidad de sustentarte, pero el trabajo no debe llevar toda tu vida tampoco. Que te dignifique es una cosa, pero tiene que ser una parte de tu vida, porque trabajando tanto no podés crear. Si te gusta pintar, te gusta hacer otras cosas, si vos trabajás muchas horas, venís fulminada y te sentás en el sillón. Te quita la posibilidad de crear y de ser feliz también.

Creo que el ser humano es un poco autodestructivo. Porque vas corriendo.

¿Atrás de qué vas corriendo? De un televisor más grande, de un celular mejor. ¿Pero te hace feliz eso?

Son cosas existenciales que una se empieza a plantear de todo lo que se perdió por dedicar tanto tiempo a trabajar.

 

 

 

 

 

Antonio Gómez

Mantenimiento de canchas de fútbol

64 años

De Martínez, San Isidro

 

¿Cuál es el valor de las manos en tu laburo?

Mucho. Tendría que cuidarme a lo mejor, pero viste que a veces estás acostumbrado y, bueno, agarrás cualquier cosa y qué sé yo. Te estropeás la mano a veces. No te cuidás. A mí me pasaron cosas, por ejemplo, el hombro, que no tuve en cuenta, me caí, me dio un tirón y no le di tanta importancia y después se me fue agravando, agravando y tuve que ir al médico. Después, tuve 9 meses sin trabajar. Hasta que una vez la pasé mal, un día llorando, porque pareciera como que ya no iba… iba a quedar ahí nomás, el brazo que no iba a poder mover hasta cierta parte. No lo podía levantar. Me había cortado el tendón y ahí pasó mucho tiempo y como que se arrolló el tendón. Lo estiraron. Me pusieron un clavo contra el hueso, no sé qué. Cosas de los médicos. Y así me fui recuperando y que ahora por ejemplo lo siento.

 

¿Tu laburo cuál es?

Mantenimiento: pintura, barrer, cortar el pasto, subir arriba del techo, atar una lona. Algunas veces se me corrió la escalera estando yo arriba, zafé… no sé por qué.

 

Después de lo que te pasó, ¿le diste otro valor al cuerpo, las manos?

Por supuesto. Ahora, a veces, en invierno para trapear los pisos, tenés que enjuagar, uso guantes. Por ahí de una me olvido y, bueno, ya que estoy le doy así nomás, total mañana me pongo, y seguís así. Pero lo valorás después de que te pasan los hechos, ¿viste?

 

¿Para vos el trabajo dignifica?

Y sí, hombre, claro. Tenés que trabajar para estar bien con vos mismo. ¿Cómo te puedo decir? Te das cuenta lo que hay que hacer y, bueno, tenés que hacerlo porque es tu trabajo y a mí me gusta lo que hago. Lo hago con entusiasmo, con valor, para que las cosas salgan bien, porque si vos agarrás un trabajo y lo vas a hacer así nomás, no… A veces no te va a salir bien. Pero si vos lo hacés al trabajo con amor, con cariño, voluntad, todo, lo hacés con ganas, te va bien. Gracias a dios acá siempre tratamos de tener mantenido bien y nunca tenemos quejas.

 

 

 

 

 

Verónica y Sebastián

Ferreterxs en Ankara

De San Fernando

 

Texto: Franco Lopez

 

Hace tiempo que acudo a la ferretería “Ankara”, ubicada sobre 9 de Julio, entre Belgrano y 3 de Febrero. Allí trabajan Sebastián y Verónica, quienes siempre me ayudan a descifrar cómo se llama el cosito del coso para poner en el coso del baño. Como se acerca el 1 de mayo, pasé por su local y les hice varias preguntitas para ver qué pensaban sobre el día del trabajador.

 

¿Cuál es el valor de sus manos en el trabajo?

Sebastián: Importantes. Las manos son lo más importante. Acá contamos tornillos. Todo lo agarramos con las manos.

Verónica: Es el elemento principal. Siempre están impresentables porque las usamos para todo en la ferretería.

 

¿El trabajo dignifica?

Sebastián: Sí. Uno cuando trabaja se siente retribuido monetariamente porque puede comprarse las cosas que uno quiere.

Verónica: Además de lo económico, te sentís útil. Tener la capacidad de hacer algo; o, como es en mi caso, ir aprendiendo el oficio de ser ferretera. No tenía la más pálida idea y con el tiempo me fui instruyendo. Sebastián fue a un colegio industrial y ya sabía algunas cosas.

 

¿Alguna anécdota que quieran contar sobre su trabajo?

Sebastián: En esta ferretería hacemos llaves. Nos pasa seguido que a veces vienen personas que te piden fotocopias de llaves. Vos sabés que se dice copia de llaves. También nos han preguntado si cargamos SUBE, si hacemos moldes de torta o hasta fotocopias.

 

 

 

 

 

Macarena Aguiló

Ceramista, grabadora en Taller Bergallo

30 años

De Virreyes, San Fernando

 

¿Qué valor tienen las manos en tu laburo?

Mucho valor. Justamente el otro día estaba pensando que las manos tienen más valor que los ojos en las artes visuales, para mí. En cuanto a que es como el punto de encuentro con la materia. Ese lugar donde se materializa la forma. En mí caso, la escultura y también la talla de madera y linóleo. Es como ese puente entre la imagen y la idea y el material y el resultado.

 

¿El trabajo dignifica?

Claro que sí. Dignifica y claramente construye identidad: qué hacemos, cómo quiénes, para qué. También me siento una afortunada que trabajo de oficios que amo y aprendo y estoy todo el tiempo con personas que aprendo y es muy dinámico. Tuve la suerte de poder elegirlo y me encanta.

 

¿Tus manos tienen alguna historia que te acuerdes ahora?

Tengo callos, que representan mucho mis manos, que son de cuando remaba. Yo de adolescente remé y me quejaba mucho de los callos, pero no es una historia muy interesante. Soy de Tigre y siempre remaba de chiquita hasta los dieciocho. 

La fragilidad es algo. Me acuerdo que una vez me corté con una hoja. Es muy doloroso. Como algo tan chiquitito, que apenas se ve, puede doler tanto. Justo estaba a una semana del armado de pastas y me costó un montón amasar, modelar, como si hubiese perdido algo de la sensibilidad y me duró… Y había sido una hoja. Después, tengo historias de otros cortes y otras lastimaduras más heavy, pero esa me acuerdo que me quedé muy sorprendida pensando en la fragilidad. Y siempre esto, ¿no? No pegarme un palo y no poder… O sea, hoy o por hoy que dejé la docencia en escuelas y en otros espacios y que estoy laburando mucho en el hacer mucho, pienso que no me pase nada en las manos porque además soy autogestiva, ART no existe, pero bueno tampoco es que las recontra cuido.

 

 

 

 

 

Fernanda Torres

Kinesióloga

44 años

De Tigre

 

¿Cuál es el valor que tienen las manos en tu trabajo?

Más que un 100%, porque la kinesiología requiere mucho de la parte manual, más de la parte fisiológica. Todo es un combo. Uno con las manos puede evaluar, palpar, movilizar. O sea, puede ayudar a recuperar muchas restricciones de distintas patologías. Por eso tiene tanto valor el cuidado.

 

¿El trabajo dignifica?

Sí. Depende. Para mí, mi trabajo es un estilo de vida, porque hace muchos años tuve un accidente muy grande, donde yo no estaba estudiando kinesiología. Iba en bici, me agarraron dos autos, me dejaron aplastada en el medio. Y tuve una kinesióloga que dejó la vida. Cuando te suceden cosas de ese nivel, te cambia la cabeza. Ves todas las estupideces de otra manera. Te cambia el formato de cómo querés vivir. 

 

¿Te acordás de alguna historia de tus manos?

Lo que me sucedió a mi fue una gran tendinitis de De Quervain, por abusar de las manos. Cuando uno trabaja por demás, ahí te das cuenta qué tanto de más tenés que invertir para que el otro sane, por ejemplo. Porque nosotros también nos lesionamos. Hay muchas maniobras que implican usar mucho los dedos. Si uno no se cuida, después lo lamentás. Yo lo lamento hasta el día de hoy. Ya hace 2 o 3 meses que estoy con el dedo que no doy más pero, bueno, es un trabajo que implica siempre el uso de las manos. Las manos son más sabias que el cerebro. Son demasiado importantes y cuando tenés una lesión ahí te das cuenta que la mano es lo principal de todo. A vos te puede faltar un pie pero te falta una mano, olvidate. Hay muchas cosas que no podés usar. Te falta el dedo pulgar, que es el que más usamos nosotros los kinesiólogos, chau. Te cambia todo. No podés agarrar ni un vaso.

 

 

 

 

 

Madhavendra Salvatierra y Valeria Pamparato

Cocineras en Vadha Cocina

38 y 36 años

De Rincón de Milberg, Tigre

 

¿Qué valor tiene el trabajo para ustedes?

Valeria: Uy, todo. Fuerte.

Madhavendra: El valor es primordial. Primero, porque en nuestro proyecto lo que nos define son las palabras “extremadamente casero” y eso tiene directamente que ver con hacer. La idea es tratar de hacer todo lo que podemos con nuestras manos. Elegimos hacer nuestra ricota, nuestro queso, en vez de comprarlo, hacer nuestras masas. Así que nuestras manos tienen un valor enorme porque, más allá de que son la herramienta, está el tiempo que uno le dedica, la atención que uno le dedica cuando usa sus propias manos para hacer las cosas.

Valeria: A mí me viene como todo con las manos, desde los fideos hasta la masa. La importancia también de cuidar nuestras herramientas. Lo diferente que te llega a vos que esté hecho de esa forma. Creo que ese es un poco nuestro valor agregado, hacer todo desde mucho amor y conciencia.

Madhavendra: Las manos dan y reciben. No es menor eso.

 

¿El trabajo dignifica?

Valeria: Qué frase, ¿no? (se ríe). A mí me hace un poco de ruido esa frase, porque no creo que el trabajo. A mí me hace bien hacerlo porque hace feliz lo que hago. Me dignifica que lo que hago me hace feliz, pero no sé si me dignifica trabajar. Justo esto que hago me encanta y amo. Tengo otras labores y me hace feliz también eso. Si viviera en un mundo en el que no tuviera que trabajar… y esa frase ya queda medio vieja, ¿no? De otros tiempos.

Madhavendra: Yo pienso que en realidad servir es lo que dignifica. La acción de servir. Si alguien quiere ponerle el nombre de trabajo a hacer lo que lo hace feliz… Creo que el servicio dignifica, el servir a los demás y hacerlo realmente. Lo mismo que recibir. El trabajo no sé… el servir sí.

 

¿Se acuerdan de alguna historia relacionada con el trabajo y con sus manos?

Valeria: Convivimos un poco con cosas que nos pasan con las manos. A veces quemarnos (por suerte hace mucho no), a veces cortarnos. A mí me pasó que me quebré este (dedo) chiquitito y ahora que ya pasaron muchos años me doy cuenta que hacer esto con los rellenos (abre y cierra la mano) me hace bien porque me da movilidad, cosa que antes no tenía porque antes no lo podía ni cerrar. Este movimiento de los rellenos con las hamburguesas, con las bombas, a veces digo: “¡Ah, es como hacer kinesiología! Qué bueno jajaj. De paso me autoayudo. Pero cuando te pasan cosas, la conciencia que tomamos. Aunque sea la uña. Por un pequeño cortecito ya no podés meter la mano en el relleno porque te arde, te duele y te acercás al horno, te quemaste y no te podés ni acercar porque te quema.

Madhavendra: La otra vez me pasó que estaba en la cocina, habían puesto una tapa arriba de una hornalla, que no se veía, estaba prendida y yo estaba meta charla con mi compañera, pin pin pin pin… Y, claro, no estaba prestando atención, si no me hubiera dado cuenta que estaba la tapa casi prendida fuego. Agarré y me quemé la mano. En el momento obviamente todo lo que conlleva eso, pero principalmente lo que sentí fue una frustración. En la cocina tener una mano cortada es una cosa, quemada es otra. No podés acercarte a las ollas, al horno, porque todo te aviva. Lo que me hizo dar cuenta esa limitación fue la importancia de la atención que uno pone en las cosas que hace. Tengo que estar completamente presente en lo que hago.

 

 

 

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