ALGÚN DÍA HARÍA UNA PELÍCULA

Texto: Victoria Ferrari / @vikyferrari
Fotografía: Guido Zappa / @guidozappacosta

De chiquita usaba un grabador y perseguía a las personas de mí alrededor para que den testimonios. En mi casa, en el club, en la escuela. Siempre preguntándoles cómo estaban, qué pensaban, cómo se sentían. Disfrutaba de preguntar y de escuchar. Pero sobre todo de registrar.

Toda mi infancia mantuve esa curiosidad que me llevaba a querer conocer personas y mundos nuevos. Encontré una manera de saciar esa necesidad: mirando películas. Los viernes partía religiosamente después de la escuela al videoclub de mi barrio a abastecerme de historias. En el último año de la escuela secundaria decidí hacer un curso sobre cine en un taller municipal y supe que ya no quería solamente mirar películas, sino que también quería hacerlas para así contar mis propias historias.

La tarea fue desafiante. No conocía a nadie que hiciera películas. Pero allá fui, por el CBC para entrar a la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, en la majestuosa Universidad de Buenos Aires. Proyecciones en fílmico de películas clásicas a las dos de la tarde, clases con docentes que causaron admiración y que hoy recuerdo como modelos a seguir.

Durante la carrera tenía que trabajar para costearme los materiales y los viáticos que implicaban mi cursada en la Facultad de Diseño, Arquitectura y Urbanismo, más conocida por su acrónimo, FADU. Fui promotora, heladera, moza y paseadora de perros, entre otras cosas. Hoy agradezco a esos oficios que fui, mientras me estaba convirtiendo en lo que quería ser: realizadora de películas. Mientras tanto pasé muchísimas tardes en el Cine Tita Merello, en incontables festivales, y otras jornadas en el hermoso Gaumont. En el camino, mientras iba y volvía a Ciudad Universitaria o de alguna, escribía en mis libretas ideas de posibles proyectos.

“Algún día haría una película”

Años más tarde, apareció una idea. Javier Gandolfo, un amigo luthier sanfernandino,  nos invitó a su taller. Junto a mi compañera Rocío, descubrimos un universo que entendíamos que tenía que ser retratado. Seres silenciosos que en sus talleres fabricaban la música. Javier fue la puerta de entrada para nosotras a ese mundo nuevo, pero también nosotras fuimos la ventana por la cual quienes estaban afuera de ese universo de acordes, madera y magia pudieron ser espiados por quienes no formábamos parte.

Con un micrófono y una cámara al hombro, salimos a recorrer talleres de luthiers y nos encontramos con personas hermosas que querían contarle al mundo lo que hacían. La luthería siempre fue un universo cerrado, secreto, muy “para adentro”. Pero esta vez, querían abrirse. Nosotras escuchábamos. Como con la grabadora cuando tenía diez años, volví a registrar testimonios.

Así, viajamos a Posadas y entrevistamos a Milán Cardozo, el último luthier de arpas. En Lago Puelo conocimos a Rogelio Romero, quien tiene su taller en la cordillera. En el Conurbano, nos trasladamos al siglo XVII de la mano de un luthier barroco, Matías Crom. Fuimos aprendiendo, filmando y editando, y un día sin darnos cuenta, como aquel viejo topo que va escavando debajo de la tierra, sacamos la cabeza y estábamos estrenando nuestra película en el cine Gaumont. Un sueño cumplido, con los ojos bien abiertos. Entrada a 30 pesos, una película argentina sobre luthiers argentinos para el mundo. Pero un sueño que fue realizado por el aporte colectivo de muchos. Sin la ayuda de las personas que trabajaron editando sonido, imágenes y demás; de amigos y familiares que nos dieron ideas y sugerencias, de los protagonistas de la película que en definitiva nos permitieron mostrar sus vidas, sus obras, sus mundos.

Pero para la realización de este sueño falta un protagonista clave, el INCAA. Usamos un subsidio que nos otorgó el INCAA para pagarles a personas que trabajaron en la película. Sin el mismo hubiera sido muy difícil crear la obra que creamos, de la cual estamos orgullosas.

El INCAA es un ente público no estatal y su principal función es promover la producción audiovisual. Esto incluye, entre otras cosas, subsidiar la realización de películas y sus presentaciones en festivales. Es un ente autárquico, es decir que el Gobierno nacional no define ni interfiere en sus acciones, ni debería asistirlo con financiamiento ya que se financia con el Fondo de Fomento Cinematográfico, establecido en la Ley 24.377, conocida como “ley de cine” de 1994. El mismo se integra con un impuesto del 10% sobre el precio de las entradas de cine, el 10% del precio de venta de “videogramas grabados” (como DVD’s) y el 25% de la recaudación del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), a partir del impuesto a la facturación de los canales de TV y servicios de cable, y otros ítems menores. Vale la pena recordar que el aporte del gobierno nacional es casi nulo. Si se deroga esta ley, que es lo que propone el gobierno de la Libertad Avanza que encabeza Javier Milei, el INCAA pasaría a solventarse con recursos determinados por el presupuesto nacional, y dadas las políticas que implementa, pareciera que el destino inexorable del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales es el desfinanciamiento y la posterior desaparición.

Contar con un subsidio del INCAA nos permitió estrenar la película en los cines que dependen del instituto: Salta, Posadas, Oberá, Caseros, Morón, Lago Puelo, El Bolsón; fueron algunos lugares donde pudimos acercar el universo de la luthería. Nota “no mental”: los subsidios se usan para generar puestos de trabajo. Parece obvio, pero aparentemente hoy hay que aclarar lo obvio. Como así también que el hambre y las desigualdades de nuestro país no son producto de nuestro cine nacional.

Hacer cine es contar historias, historias que necesitan ser contadas, mundos que no vemos de otra manera. Ir al cine es conocer otros mundos, espiar por un rato universos desconocidos. El cine forja lazos, acerca a personas, a colectividades. Nos permite soñar, pensar(nos). El cine es un puente que conecta. El cine es trabajo, es cultura y es identidad, todos elementos claves para cualquier grupo de personas que forman parten de un sentir colectivo.

Hace unos largos años Leonardo Favio se preguntaba contrariado: “¿Qué cine puedo darle a mi comunidad? ¿Qué cine necesita el pueblo?”. Hoy los términos parecieran invertirse y es el cine el que necesita al pueblo.

Defender nuestro cine es defender la posibilidad de soñar.

SER LUTHIER
Podés ver gratis la peli de Victoria Ferrari y Rocío Gauna en CineAr:
https://play.cine.ar/INCAA/produccion/9364

 

Te necesitamos más que nunca para seguir

Aportando lo que quieras/puedas ($) al alias cooperativa.timbo o sumándote a la Red Timbó nos ayudás a sostener a esta revista y productora cultural: revistatimbo.com.ar/red-timbo. Realmente te necesitamos.

2 respuestas

  1. Orgullosa de mis compañeras y amigas Vicky y Ro, hermosa película y hermosas palabras Vicky, siempre llevando adelante tus proyectos, pura admiración!!!

  2. VICKY y ROCIO: Admiración. cariño. respeto, emoción!! Son muchos los sentimientos que se despiertan en mi, por ustedes y por su trabajo. Tuve el privilegio de ir al Gaumont a la presentación de “LOS LUTHIERS” Aplaudo la creación y e el esfuerzo realizado y las amo a c/una por ser dos personas increíbles!!! Ruego que no destruyan la cultura!!!besos y abrazos

Deja una respuesta

Tu comentario es un abrazo compañere (tu dirección de correo electrónico no será publicada).

LA PELÍCULA QUE YA VIMOS