
Critimbó: Luca Bral / @luca_bral_
Fotografías: Nacho Lunadei
Intervención gráfica en portada: Clara Colombo
Ahoradespués (sí, todo junto) cumple con un factor primordial para el arte: es un espejo de su tiempo, muestra una huella temporal rioplatense, se devela sin problemas ante el carbono 14. Cuando la pérdida de memoria avanza desenfrenadamente y la tergiversación (cuando no la censura) de la historia es planificada, el arte nos enseña lo que fue con una fidelidad difícil de vencer. Se llama Ahoradespués para nombrar lo que sucede cuando unx “deja las cosas del corazón para después” y después ya es tarde. Desde esa premisa Guido Zappacosta se mete con él mismo revisando su biografía, hace del ejercicio creativo una dramaturgia para explicarse la vida, recapitulando eso que pasó y parece no pasar. Esta práctica da razón de ser al arte. La sublimación del trauma procesado mediante el obrar artístico más allá de la pieza resultante. En este caso una obra íntima sobre la muerte que insta a la vitalidad.
“Diego” (Federico Ottone) tiene algo que contarse y para contarlo necesita de lxs espectadores. Desde el principio tiende un puente derribando la cuarta pared en minutos. Mantiene la complicidad de la audiencia hasta el final con cabezas ladeadas, jajas, snifs y esos sonidos que hacemos cuando recordamos vívidamente. Ottone es el único actor en escena y se hace cargo con oficio. Su actuación es terrenal sin lloriqueo ni pantomima, se sabe el nexo entre la poesía aérea y el público, no se deja ahogar por las palabras, interpreta, decodifica en su decir. Traduce sin artificios y acierta, porque lxs presentes van confiando en la historia a partir de su dosificación. Todos esos detalles consonantes a la melodía del cuento se chocan con las palabras inequívocas que evocan y hacen eco en la boca del espectadore: “No quedan dudas, su cara de terror lo confirma”, “ducharse es como regarse a uno mismo”, “casa alquilada, chiquita, no nuestra” son conexiones neurálgicas de la historia directo al punto dulce de la emocionalidad.
La puesta es austera. Consta de un cuadrilátero con diferentes sillas y atriles para contener un 2 ambientes, un aula, una sala de espera, un colectivo, y así sobrepasando los límites hasta que se pueda cabalgar a lo largo de Vieytes o correr hasta el río. El director (Héctor Díaz) sabe que el escenario se va a completar solo porque la palabra irá ganando terreno, es necesario dejar ese espacio para que las sensaciones lo reclamen.
Ahoradespués es indiscutiblemente argentina. Hay chori en La Bombonera, hay tango y milonga, hay almacén y club de barrio, hay corrupción policial, hay amistad inquebrantable, hay apoteosis futbolística, hay familias alquilando toda la vida, hay masculinidad frágil. Todos los elementos para construir un barroco nacional emergiendo desde el conurbano norte. Provoca gran reminiscencia al describir la vida de barrio en Martínez o Beccar a mediados de los noventa hasta los primeros años del dos mil. Aborda temas como la Tragedia de Cromañón y el cáncer sin golpes bajos. Uno de los hitos de esta obra se debe a que la dirección y la actuación siguieron la misma línea del texto con decoro y sin decoración. Exageradamente de acá, propicia ese sentido de pertenencia que da la identidad a lo colectivo: lo nuestro. Ese fenómeno se replica en toda la sala, porque un teatro es una comunidad.


FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Dramaturgia: Guido Zappacosta.
Actúa: Federico Ottone.
Asistencia de dirección: Julián Marcove.
Dirección: Héctor Díaz.
Iluminación: Gonzalo Córdoba.
Diseño de vestuario: Daniela Dearti.
Diseño sonoro: Mauro García Barbe.
Efectos: Lucas Rodríguez Moure.
Diseño gráfico: Martín Gorricho.
Prensa: SMW.
Producción ejecutiva: Luciano Greco, Bárbara Rapoport.
Producción general: Preludio Producciones, Sebastián Blutrach, Eloisa Canton Pipa Producciones, Bruno Pedemonti, Tomás Rottemberg.
Dirección de Producción: Sebastián Blutrach.
Próximas funciones
Lunes 11 de noviembre, 20 h
Viernes 6 de diciembre, 22 h
¿Dónde?
Teatro Picadero
Pje. Santos Discépolo 1857, CABA
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