NUNCA ME DEJES DE RESPONDER

 

 

 

 

Reseña y fotografía: Héctor Serres

 

 

 

 

Hablar con una amiga es un flotador contra cualquier enfermedad en Nunca me dejes de responder. Escribirle a la hora que sea, pase lo que pase: una madrugada en la que no podés dormir, durante unas vacaciones de mierda, un 25 de diciembre después de haber cortado con tu novio, muchos días después de que te haya escrito ella, cuando la enfermedad te afecta o no te deja descansar. María Lucila Quarleri y Estefanía Enzenhofer se mandaron mails durante meses. Lucila tiene cáncer de colon y escribe desde Buenos Aires, Mendoza y Bragado; Estefanía, esclerosis múltiple y escribe desde Vicente López. Las enfermedades son el disparador del libro, lo que aglutina la charla es la amistad que estas mujeres de casi treinta están forjando con cada intimidad que se cuentan.

 

“No me quedó muy claro sobre qué vamos a escribir pero arranco (con todo)”, dice Lucila al principio. “Después de proponerte empezar este intercambio de mails me arrepentí porque me siento corta de palabras desde que me pasó lo que me pasó”. Escribirle a Estefanía la ayuda a ir recuperándolas. Saber que del otro lado su amiga está viviendo lo mismo. Eso hace potente al relato. Encontrar en medio de la angustia y el desconcierto a alguien que esté en la misma y con quien hablar de lo que sea. Quien sepa lo que es estar enferma de algo grave va a encontrarse en estas páginas.

 

Vivir enferma es empezar a ser otra. No entender y tener que seguir día a día. Elegir pelearla pero también no hacer nada. “La enfermedad me trajo eso: la alegría de no tener que hacer nada, de dejar de ser productiva”, dice Lucila. O negarse a las imposiciones y decidir ser una enferma de mierda: “Es como si tuviéramos que ser las mejores versiones de nosotras mismas porque fuimos tocadas por la varita de la enfermedad”, se resiste Estefanía. “Así como está de moda ser una mala feminista, yo quiero ser una enferma de mierda”.

 

En Nunca me dejes de responder vemos a mujeres profundamente vivas. Inestables, con dudas, miedos, vulnerables y fuertes. Mujeres abiertas a hablar de todo: el cuerpo y el corazón, no coger, que te maltraten en el trabajo aunque estés enferma, dejar tu trabajo y ponerte a escribir un libro, los que se alejaron cuando te enfermaste, la familia que niega o no ve, un abuso, el cuerpo como campo de batalla y como lugar de paz, feminismo, mostrarse enferma en redes sociales, ir y dejar de ir a marchas. Y sobre siempre estar para una amiga: “Amiga, te hago esta promesa ahora y para siempre: nunca te voy a dejar de responder”.

 

 

 

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