LAS VOCES DEL ÁRBOL
Una te lleva empezar de nuevo, con pasos atresillados que hacen que tu cabeza no pare de moverse, pavo real, si e’ algo muy lindo compartir el arte entre nuestras orillas como garzas que van de un humedal a otro por la ley consensuada antes del solsticio de verano. Por otra vamos llegando al final, al momento ese de hablar, a veces monólogo, otras soliloquio, agarrar al Finale ese que te dice: “Yo voy a estar ahí siempre cerca suyo porque usted me necesita, ¿o no?” y ver si esta vez entendemos algo y terminamos. Y si escuchás un poco más allá, cerca de la estación de Tigre hay unas cebadas que con fuego y pasión encienden un laboratorio artístico, cajas negras que abrigan a actrices y a actores, un piano desde el que ver lo que sucede. Sin oír más lejos, en el Andén pero de una estación en Sanfer pasó el EEE, un colectivo que no duda en llevar cortos al barrio una vez por año, a veces alguna más, y esta vuelta los proyectó en la calle para la vecina que por los adoquines justo pasó y para el que en la cartelera de instagramos se enredó. Y yo, él, nosotres nos preguntamos: ¿para qué sirven los medios? ¿sirve una revista cultural, un medio comunitario, conectar, buscarle la vuelta aunque la pauta posta siempre le llegue a los grandes? Tenemos preguntas, necesidades y otras voces y conversas sobre fotografías, el goce, San Martín y sobre la comida que no vemos en Villa Elisa, en el Delta y en tu vereda. Hay un camino más, siempre, un besito del puerto que nace en la materia que comunica que todo finalmente ha llegado a su fin. Otras educaciones, otros saberes, otra de muzza si se puede. Abrazo caracol.