Cuento: Gustavo Muzzo / @clases_de.guitarra
Entre brazadas y tropezones lucho por salir del agua. Tengo la respiración entrecortada, una marcada taquicardia y la mirada ciega de terror. Torpemente me voy incorporando. Mis pies se hunden en la arena revuelta por un mar que se niega a terminar en la agonía de las olas. Retumban gritos de desesperación, mezclados con voces envenenadas de un odio irracional. Me atrevo a ponerle un adjetivo al odio, porque no es lo mismo el oprimido que se defiende que el opresor que asesina.
Comienzo a sentir algunos mareos minutos después de que el ruidoso aparato se largara a la carrera. Voy entrando en un paulatino adormecimiento. A medida que el vuelo gana altura, la resistencia agoniza y el silencio humano da el presente. Sólo se puede escuchar esas voces negras manchadas de sangre e insultos.
Mis sensaciones se vuelven calmas, libres de culpas, orgullosas de haber amado y sentirme parte del lado claro de la luna.
Repentinamente se escucha un ruido muy fuerte y entra un viento que hace crujir las bolsas. Alguien me arrastra unos centímetros por el piso y noto que mis amarras están sueltas, puedo mover levemente mis manos y mis pies. Como resultado del ajetreo, se me corre la capucha dejando un intersticio que me permite observar a mis compañeros y compañeras casi inmóviles dentro de sus sacos atados.
Hombres verdes y otros camuflados patean esos cuerpos, los escupen y los lanzan al vacío. Esos seres bestiales son propietarios de corazones desiertos y mentes vacuas. Jamás podrán comprender que esos cuerpos que caen van esparciendo por el aire infinitas cantidades de sueños e ideas que millones de otros cuerpos recogerán. Son semillas que sembrarán una y otra vez hombres y mujeres con brazos de amor. Amor de todos los colores, por el otro y por la vida. La muerte no es única, son muchas sus formas. Hay muertos vivos y hay muertes imposibles.
Llegó mi turno, los siento acercarse. Junto fuerte mis manos y mis pies para que no noten que mis amarras son endebles. La bolsa está atada desde mis miembros inferiores hasta mi cuello, por debajo de la capucha. Aflojan la atadura de mi pescuezo y estiran la bolsa para incluir mi cabeza. Ya no puedo espiar, sólo me queda el oído y los pensamientos. Percibo la brutalidad en los brazos de quien me toma por los pies mientras otras garras igualmente torpes lo hacen de mis axilas, me levantan y comienzan a hamacarme buscando la inercia que satisfaga la intensidad de su desprecio. Al unísono, yo presiento que sólo le están dando impulso a mi viaje inicial. Ellos piensan que es el fin, yo me convenzo aún más de ser parte de un principio. Finalmente comienza mi vuelo, entre el aturdimiento y el mareo me siento planear. Tengo la sensación de caer como una hoja, no como una piedra. En medio de ese viaje me desvanezco en un sueño profundo y tengo la fantasía de estar liberando partículas de lo que fui y de lo que intenté ser, atómicos fragmentos de mis recuerdos, de mis tareas, de mis emociones; pedacitos de los lugares que recorrí, palabras buenas y no tanto que pronuncié, poesías, canciones y luego la ausencia.
Ahora todo se apagó como un súbito corte de luz.
Tras un tiempo innombrable, me sorprende una respiración profunda y desesperada que se repite por unos instantes. Con movimientos instintivos, casi inconscientes, comienzo a salir del agua con la respiración entrecortada, una marcada taquicardia y la mirada ciega de terror.
En palabras del autor
Hace un tiempo, fuimos con mi hija a recorrer Tecnópolis. Llegamos al espacio donde se realizaba la muestra por los "40 años de democracia". Los recuerdos aparecieron de inmediato. En 1980 yo comienzo la secundaria en el Nacional de Vicente López y atravesé la última etapa de dictadura allí, incluido Malvinas. Nuestro colegio tuvo compañeros y compañeras desaparecidas. Miles de historias se fueron creando en torno al terror y se las conté a mi hija.
Yo tenía escrito este cuento hace un tiempo y me pareció un momento apropiado para sacarlo de mi cajita de intimidades.
Excelente cuento! Conmueve hasta la médula.
De una verdad que duele aún hoy en día! Felicitaciones ????
Muy buen relato, como si estuviera ahí. Y hay que animarse a ponerse en la piel de quienes sufrieron esta muerte . Felicitaciones !
Sintético, terrible y maravilloso.
Gracias por el relato ,dejando que la memoria siga en pie !!! Sosteniendo la verdad de aquellas personas que vivieron tanta injusticia . Felicitaciones por la sensibilidad del autor
Sintético, terrible y maravilloso
Siempre un gusto leer tus historias
Me gusta la forma en que contas las cosas. Imposible no sentirse parte.
Fuerte y claro , sensible y simple . Excelente
El más humano de los seres
A flor de piel , claro . Simple