LA FERNI: “Estamos necesitando canciones de cuna”

Conversa: Guido Zappa Coral Barcos

Introducción: Coral Barcos

Edición: Guido Zappa

Fotografías: Diego Grillo

Ya vienen las maricas

cantando la tonada.

Ya vienen las mariposas

derribando las miradas.

Diaguitas, también travas,

y no nos van a derribar

Sus insultos, sus maltratos,

¡nos van a respetar!

Así empieza La Ferni cantando Coplas del Valle, la canción creada junto a Lorena Carpanchay. 

Que invita a todes (sí, a todes con E) a que la sigamos en su andar como cantora. Desde nuestra raíz y acerbo popular, el pasado, hacia una ruptura en el folclore argentino y tradicional tal como lo conocemos. El futuro. Con voces disidentes, con voces travestis, no binarias y mostris como ella. “Para eso canto”, dice. Para les niñes que vendrán. 

Mientras recuerda su infancia con su hermana jugando a ser cantantes. Quizás ya gestando lo que sería después Ópera queer, su dúo desde hace varios años. 

Su vida como artista y como persona. Su búsqueda de la identidad. Y todo ese camino de conquistas hasta llegar incluso a cambiar el reglamento del Festival de Cosquín.

Con emoción genuina resalta sobre el final, su constante búsqueda del abrazo a través de la música. Y no solo ese abrazar a las nuevas generaciones, sino también a ese niñe que fuimos. Porque, como ella misma dice, en estos tiempos todes necesitamos más canciones de cuna.

GUIDO ZAPPA: ¿Recordás algún acontecimiento de tu vida, infancia, adolescencia que te haya marcado como para darle sentido a quien sos hoy? Algún concierto, algún disco, obra de teatro o evento en particular…

LA FERNI: Hay un disco que me marcó totalmente. Yo había egresado del Liceo 9, colegio público, acá cerquita, barrio de Belgrano. Como alumna transité un espacio de formación muy significativo que se llamaba “Proyecto de acción social”. Lo que tenía de interesante es que proponía una experiencia de alta calidad e implicancia corporal, emocional, mental, organizativa. Era ir ocho días al año a comunidades originarias, localidad de Humahuaca, provincia de Jujuy, 4000 metros de altura. Nosotros íbamos con la excusa de dar una mano, acompañar a las chiquis. Ahí nos mostraban su vida, sus paisajes, sus quehaceres. Eso a mis 14, 15 años me marca muy fuertemente. Luego más grande, a los 18, ya egresada del Liceo y estudiante de la Universidad sostenía esos viajes con una camada muy importante, un grupo de fuerte militancia que se armó. En uno de esos viajes, de noche, en el micro, un amigue me pasa un Mp3 y le pongo play. Yo venía escuchando ya mucho folclore, Dúo Salteño, una sonoridad que me había enamorado fuertemente, la voz de Liliana Herrero… Pero algo pasó cuando en ese aparatito, viajando de noche, en el micro de luces apagadas, atravesando todo ese paisaje con la voz de Mercedes Sosa cantando “Tú que puedes vuélvete” de Atahualpa Yupanqui… fue un momento de revelación cósmica. 

G.Z.: ¿Ahí ya tenías conexión con la música?

L.F.: Vengo de una familia melómana, mi tía Graciela de Gyldenfeldt, cantante lírica, egresada del Teatro Colón, cantante internacional. Para les entendides, una de las elegidas por Herbert Von Karajan en los Festivales de Salzburgo. Se desempeñó como colega de José Carrera, de Plácido Domingo… Mi viejo super melómano, de tocar el piano, pintar, escribir. Todos los fines de semana por lo general compartíamos con él, esa era la división que habíamos hecho con padres separades. Entonces íbamos a ver a Susana Rinaldi al Teatro Avenida, La verbena de la Paloma, Luis Aguilé. Como mi viejo había sido maestro de grado de Ángel Mahler, entonces nos dejaba entradas para ver El Jorobado de Notre Dame, Las mil y una noches, El Fantasma de Canterville, todas las comedias musicales. Íbamos al teatro, al Colón, muestras de pintura, un estímulo cultural muy grande, ballet, ópera, coro (con mi hermana La Luchi, después íbamos a hacer Ópera Queer, un gesto casi de blasfemia a esa religión que era la ópera, la música clásica, una cuestión irreverente total). Y de parte materna, mucho tango. Ella luego se juntó con Tito Rojas, que para mí fue una segunda figura muy importante. El tiempo que estuvo viviendo en casa Tito escuchaba mucho folclore. Mientras hacía la comida, cortaba un quesito y se tomaba una copa de vino, escuchaba Jaime Dávalos y yo me quedaba ahí en silencio, escuchaba el disco. Y al día siguiente Mónica Abraham, y al día siguiente el Dúo Salteño. Eso a mis 14, 15 años me interpela y empiezo a tomar clases particulares de guitarra y lo primero que le pido al profe Ángel de Vila Urquiza eran chacareras, zambas…

G.Z.: ¿Ese fue tu primer contacto con la formación?

L.F.: A mis 14 años, sí. Ya tenía experiencia artística en pintura, de cantar mucho y naturalmente. Después pasé por un conservatorio nocturno en “La 1” de Urquiza y ya a los 15, 16, comienzo la Tecnicatura de guitarra clásica en el conservatorio de la Ciudad de Buenos Aires “Astor Piazzola”, que me recibo a los 21, donde realizo luego el profesorado. Mientras hacía la Licenciatura en Biología en la UBA, que no terminé; mientras también me preparaba con profesores particulares para ingresar a la UNA, de donde soy actualmente Licenciada. Pero viste cómo esa miscelánea de educación y primero lo popular y luego irrumpe el canto lírico, como la técnica a estudiar, la cual estoy profundamente agradecida.

G.Z.: ¿Tu infancia transcurrió por estos barrios?

L.F.: Mi infancia transcurrió mitad por Coghlan, Urquiza, digamos. La cortada de Donado, que luego fue un túnel, y eso fue doloroso para nosotros porque se nos iba un paisaje de nuestra niñez, jugar en la calle, yo lo viví, de una manera muy libre. Y la otra mitad, barrio de Sáenz Peña, donde vivía mi abuela. Luego por ahí se mudó mi viejo en mi adolescencia y siempre convivía el conurbano y esos paisajes de fábrica…

G.Z.: Dijiste que en un momento apareció lo lirico, ¿cuándo empezaste a profundizar en esta técnica?

L.F.: Eso habrá sido a mis 16 años en el Liceo, que había un coro. Luego a los 18 en el Piazzola y los 19 con Eduardo Cogorno, para a los 20, 21 ingresar a la UNA. A los 25 me encuentro con Luis Gaeta con quien profundicé en la técnica de Bel Canto Italiana hasta mis 29. Pude estudiar y corporizar una variedad de interesantes recursos técnicos como para poder tener ahora el abanico interpretativo, sonoro, de matices, una paleta de colores.

G.Z.: ¿Cómo nace la grabación de Yupanqui inédito?

L.F.: A mis 22, 23 le digo mis compañeros del conservatorio que tenía ganas de cantar Atahualpa. Justo da que Miguel Ángel Palacios (el padre de Pablito Palacios, un compañero del conservatorio) conocía al “Coya” Chavero, hijo de Atahualpa. Como eran amigos, una tarde le dice: “Che, mi chango está haciendo obra de tu tata”. Y vino el “Coya” Chavero, nos escuchó cantar una canción de cuna y se emocionó mucho y nos dijo: “Changos, yo tengo obras de mi tata que nunca nadie grabó”, y así nació Yupanqui inédito. Lógicamente no se hizo conocido, al mainstream no le interesó. Para mí la importancia histórica que tiene este material, es una fotografía de cuatro jóvenes de 25, 26 años que versionaron obras que nunca nadie había grabado. Algunas personas se acercaron, Teresa, Liliana, Juan Falú, que escucharon el material y lo han rescatado. Obviamente La Ferni no existía acá pero ya estaban ocurriendo esas magias con lo folclórico. Un “Coya” Chavero que nos preguntó: “¿Cómo se pueden llamar?”, y dijo: “Mi padre me dio un pedacito de tierra que tenía en Santiago y me dijo que a esa tierra la llamara Allpa Munay, que es tierra amada. Ese nombre nunca lo usé y se los quiero dar a ustedes”. Hermoso el “Coya” Chavero, siempre mi agradecimiento. 

G.Z: ¿Cómo fue el proceso de hacerse cargo que eras La Ferni?

L.F.: Y si seguimos hablando de cronología, después vino la pandemia, a mis 29, 30. En ese pensar y meditar tanto, yo ya era La Ferni como profesora en el Liceo. Iba con vestido, en mi mundo de tribu, diversidades, familia, estaba permitiendo expresarme con otras tonalidades que no me había animado a hacerlo, abrazando ese dolor, lo que me había sacado el sistema cis heterosexual, encontrándome con que realmente era feliz así, pintándome las uñas, me permitía vivir en libertad muchas cosas. Era La Ferni con Ópera Queer, pero no sentía que yo podía ser esa cantando folclore. Antes de la pandemia iba a grabar Allpa Munay y después iba corriendo a Ópera Queer para que me maquillaran, me entangaran y salir hecha una Drag a cantar y sentirme feliz con eso. Yo pensaba que era una falta de respeto si cantaba Atahualpa así. Mucha gente en los mensajes de odio que recibimos decían: “qué falta de respeto”. Si esa gente supiese del miedo que tuve yo de que fuese una falta de respeto. Yo fui la primera en decirme a mí esos mensajes de odio, pero después de la pandemia, después de repensarme yo, siento que salí distinta, en el sentido de asumir “soy cantora”, soy “La Ferni” también cuando canto folclore. Vino la pandemia y la invitación de Susy Shock y Javiera a formar parte de Brotecitos, el primer álbum travesti trans no binarie editado en el mundo, único en Latinoamérica, único en Argentina, compuesto por más de veinte personas, en las poesías, músicas, editando por el Centro Cultural Kirchner, Ministerio de la Mujer y Diversidad en ese momento, entregado a más de 400 instituciones de enseñanza pública y privada de música. Diez canciones que hablan por nosotres y cuando Susy me invita yo dije: “Claro, soy cantora de este cancionero, de este Colectivo y este es mi fundamento”, como diría Mercedes. 

G.Z.: La decisión de draguearte, ¿cómo se identifica ese momento, ese animarse que vos mencionaste?

L.F: Aparece el coraje, la fuerza. Un día decidís salir de la estructura, de ese molde que te aprisionaba. Un día te movés y sentís las cadenas, y después la necesidad de intentar sacártelas de encima. Yo agradezco mucho ese momento a mi psicóloga, a Claudia, todos los años que hicimos terapia para poder llegar a algunas verdades… y en un momento fui La Ferni. Y sí recuerdo ese primer empezar a maquillarme y decidir ir al colegio, ese primer jueves.

G.Z.: Claro, porque en un momento se hace visible.

L.F: En la calle me acuerdo las miradas, fui con una pollera que me había regalado una amiga, una calza y de repente entro al aula y recibir el abrazo de les chiquis y colegas fue emocionante: “Che, profe, ¿qué hacemos hoy?”, les chupó un huevo todo, hermoso. Yo creo que es un proceso de mucho tiempo que se materializa cuando decís: “Basta, quiero probar esto”. Siento que también fueron mis experiencias en el Festival de la Diversidad del Bolsón que se hacía en una época cuyas madrinas traviarcas fueron Susy Shock, Marlene Wayar. Fui tres años consecutivos (2016, 2017, 2018) y ahí las conocí, empecé a compartir con ellas, a no estar sola, a estar rodeada de la comunidad… eso también fue un antes y un después. Esto que me está pasando hay otra gente que se lo está permitiendo, y es libre, y está bien, y estamos acá, podemos disfrutar, estamos juntes. Formamos parte de nuestro mundo, diverso, arcoíris. 

G.Z.: ¿Sentís que están habiendo cambios en la sociedad, en quienes no forman parte de este micromundo?

L.F.: Sí, yo creo que hay muches que estamos decidiendo salir y justamente no pensarnos tanto como guetto. Yo me reconozco como una hincha pelotas del sistema machista y patriarcal que sigue conservando sus estructuras, no porque mi afán de la vida sea ser hinchapelotas. Yo soy artista, mi deseo es conmover, buscar con el arte ampliar un entendimiento, generar sentido de empatía, de respeto, de no prejuzgamiento hacia les demás. También soy consciente que decido dar batalla no únicamente en un canto referido a mi comunidad, sino que básicamente me paré en el Festival de Cosquín a decirles: “Che, acá estamos”. Y te hago esta denuncia, y paso a la final en Capital y la gano, y en Cosquín te canto una zamba de Susy Shock. No sé si fue un cambio importante, pero lo miro a tres años y digo: “Guau, histórico”. Me interesa llevar este mensaje. Como me dijo ayer una pibi: “Te quiero agradecer porque gracias a vos mi mamá de 78 años entiende un poquito algo de qué se trata tener una hija lesbiana”. Eso me parece que es hermoso, como hablar también a esas personas, cantarle a otro público, al público de Cosquín, tradicional, machista de folclore y decirles: “Hola”.

G.Z.: Antes dijiste que el disco de Atahualpa inédito no fue mainstream, ¿qué es para vos el mainstream? ¿Te interesa?

L.F.: Hay un lugar en el circuito de la música entendida como un producto, el lugar donde se tiene esa visibilidad de artista masivo (que no significa lo mismo que artista popular) en el cual pareciera que algunos trabajos tienen mayor relevancia. Sí, quiero llegar como artista a ese lugar de difusión, totalmente, y de a poco nuestro movimiento lo está haciendo. Mi definición del mainstream no es que Sony me pague un disco, porque en realidad mi forma de trabajo es de corazón, independiente, autogestiva, mancomunada, te diría un poco anarco troska peronista de izquierda mostri. Pero sí me interesa que tenga difusión lo que hacemos, obvio, pero eso me sigue enojando cuando no nos dan lugar. Soy una persona con un claro posicionamiento ideológico, no me voy a callar. Eso me aleja de gente y me acerca de mucha otra. En ese sentido voy a denunciar que no existe el cupo de mujeres en los festivales de folclore, que lejos está de cumplirse el cupo de disidencias y el colectivo travesti, que se despidieron más de cien trabajadores de la diversidad en todo el estado. Esto yo lo digo y lo denuncio, porque creo que nos merecemos, existimos desde siempre y nos corresponden estos lugares.

CORAL BARCOS: Por lo que veo, tenés buena relación con muchas referentas que te han ayudado en tu encontrarte, en tu habitar y cómo llevar la música… Hacer ese match con lo importante que son las referentas para nosotras no solo como artistas, sino como artistas y travestis, y también una cosa muy hermosa es lo que pasó en el Cosquín, es una historia super importante…

L.F.: Para mí la presencia de Susy y Marlene en mi vida es como ese abrazo, reconocer en ellas y el resto de las compas del Festival Disidente del Bolsón ese abrazo trava, casi a nivel de familia que aparece y te dice “Te abrazo en todo tu dolor, todo lo que no pudiste ser, lo que querés ser ahora y no te estás animando”, eso fue muy emocionante para mí. Empezar acercarme a ellas para comprenderlas, entender un marco ideológico de vida, de experiencia, lo que era ser travesti en los 80´, 90´, un poco la historia del colectivo. Yo por eso decido pararme en la final de Cosquín y cantar una obra de Susy Shock. Un periodista me dijo “¿Por qué no cantaste Grito Santiagueño de Raúl Carnota?”… Hubieses ganado”, y yo pienso que no hubiese ganado. Lo que fue importante más allá del resultado, fue llevar una propuesta y cantar canciones de mujeres y disidencias y decir esto también es lo nuevo. En mi vida tuvieron tanto que ver ahí las maestras, las Traviarcas. Lo de Cosquín fue animarme a ser La Ferni cantora de folclore, porque yo estaba muy segura quién era, pude encarar todo con fortaleza. Porque no fue fácil recibir en esa audición el No, que te pasen a categoría varón y tomar la decisión de ir al INADI (Victoria Donda era la titular) a hacer una denuncia por discriminación. Existe una ley de cupo, una la ley nacional de identidad de género. No estaba sola. Sabía quién era y había una tribu. Lo que nunca me hubiera imaginado es que a las cinco horas me iban a llamar para decirme, “Lo lograste, nena, cambiaste el estatuto”. El Festival iba a cambiar la categoría de varón y mujer, unificar en solista vocal, en cinco horas, cincuenta años de estatuto… eso fue muy emocionante. Tenemos que estar todo el tiempo defendido lo que hace poco conquistamos, por eso entre otras cosas mañana marchamos, en defensa de la universidad pública, estuvimos en el paro general, el 24 en la plaza. A mí toda la vida me va a importar marchar en contra de los travesticidios, recordando a Tehuel. No importa si somos millones o mil, te estás encontrando con otra gente, capaz recibís un abrazo, un matecito. Estas ahí, con tu gente y la pena se hace más liviana.

G.Z.: ¿Cómo estás con este presente, este contexto?

L.F.: Vengo de una semana medio bajón como todo el mundo, imposible no conectarte un segundo con la realidad, algún amigo que se quedó sin laburo, que no le aumentan el sueldo, que el alquiler se le va a no sé dónde. Después intento conectarme con las cosas que me hacen bien, eso como un faro, capaz totalmente egoísta, pero en realidad nos permite a cada quien más o menos parades en esta época tan turbulenta para tender una mano a quien lo necesite. Pienso en esta tarea que tengo como cantora, muchas veces es todo un bajón, pero hay un trabajo super intenso de preparación y meditación, antes de subirme a un escenario. Si yo me subo muy bajón, ¿Qué quiero transmitir en medio de este mundo que se cae a pedazos? Ahí viene un ejercicio de humildad que es correrse de una, por más que estés muy triste, en la mierda, la tarea como artista de subirte a un escenario y poder trasmitirlo con vehemencia y sentido de realidad todo lo que nos duele, construir desde la belleza, desde la alegría. Voy registrando que la vida y este trabajo me están dando una responsabilidad como cantora. Por eso la poesía de Morena García en Brotecitos, qué belleza: “Alguien te va a cantar cancioncitas pa´ despertar, en estos telares, tejidos sin celestes ni rosas, atrapasueños posibles donde anidan mariposas”. Bueno, cantar eso también… Estamos necesitando canciones de cuna en este contexto.

G.Z.: ¿Sentís que detrás de esto puede haber algo lindo, algún cambio, reflexiones?

L.F.: Yo creo que nos tiene que encontrar y si nos encuentra que se así, creatives. Pueden salir cosas buenas e interesantes desde este lado, desde los bordes. Nada que ahora esté en el centro, ni cualquier partido hegemónico pueden llevar este momento a algo distinto, o algo que ya no hayamos intentado y fracasado. No solamente en medida política, económica. Estoy hablando de sentido humanitario, hay mucha gente que está queriendo despertar en lo que respecta a valores de la humanidad, medio ambiente, qué comemos, cómo nos vinculamos, problematizando el sistema rígido capitalista de la monogamia, la iglesia, viendo otras formas de amar, de entender los sentimientos, otras formas de hacer cultura, de pensar los géneros. Lo que nos va a dar sostén está existiendo e intentando ganar lugar a lo viejo que no quiere morir, que está aferrado. Hablo del patriarcado, del machismo. Está buenísimo que cada vez más seamos les que nos posicionamos a favor de la libertad (la libertad con mayúscula, no la que esconde esclavitud) y eso que pueda nacer desde los bordes, va a ser chiquito al comienzo. Ojalá podamos tener la astucia para no repetir patrones de paternalismo, protagonismo anclado a una persona. Yo creo que cuando nos hagamos cargo que todes somos la política de este país, capaces de modificar lo que vemos y vivimos, ese momento puede ser muy importante. Estamos en puertas de que algo interesante ocurra, pero mientras tanto siento que es un momento en ser trinchera y sostener. Si el año pasado había contrataciones, bueno, este año me armo autogestión, gira por el conurbano, qué lugares amorosos quieren recibir a La Ferni y luchar el mango y la olla. Sostener la propuesta, seguir haciendo. No nos han vencido, no nos pueden vencer. Y sí volver a la trinchera para tener el abrazo. Hoy en día salir al mundo como salir a las redes puede ser algo difícil, porque hay mucho odio.

G.Z.: ¿Cómo te llevas con el odio en las redes?

L.F.: Por momentos bien, por momentos me chupa un bledo. Hace poco estuve en Córdoba, y es difícil, porque está adormecida, sobre todo la Capital. Pensemos que 8 de cada 10 votaron a Milei. Está muy complicado para las mujeres y disidencias. Me hicieron una nota en canal 10 y compartieron un reel. Me tuve que ir del reel porque me llegaban cinco comentarios por hora: “Y este enfermo quién es, manden un Falcon verde, a este le falta fija”. Un montón de cosas que hasta te reís, pero cuando es todo el tiempo, qué fiaca. Hay mucho odio y mucha ignorancia. Pero la ignorancia ya sabemos, se combate con educación. Mi práctica es con el motor de la amorosidad y la empatía, es por ahí.

G.Z.: ¿A qué le canta La Ferni? ¿Cuál es su poética?

L.F.: Se me resignificó mucho la letra de “Para cantar he nacido”, una letra que tiene treinta y pico de años… “Le canto a les que vienen caminando por la tierra”. Quiero cantarle a nuestra raíz, a nuestro acervo popular. Traerlo y resignificarlo y hacerlo presente, intentando proyectar futuro. Cada une de nosotres sabemos, ese niñe que fuimos, algo de ese abrazo que está siempre. Cuando hay infancias en los shows, cada vez que canto Brotecitos, es un canto direccionado al futuro, hacia les que vendrán. Hacia nosotres para que podamos vivir este presente en libertad. Dice también la canción, yo la cambio la letra: “Las changuitas del barrio, rodando lunas perdidas”, porque pienso en las trabajadoras sexuales, en las putas, las compañeras. Dice: “Al tallo con sus espinas, y al pueblo con sus heridas.” La letra dice “al hombre” y yo digo “al pueblo”. A eso le canto. Si no está ese mensaje de nada sirve que suene la voz de la chacarera, dice el poeta. He entendido que lo que a mí me sostiene es por qué canto, el fundamento. Después de lo de Cosquín pasaron cosas muy emocionantes, pero haber recibido el mensaje de un artista no binarie cuyane que me dijo, “Ahora que se cambió el estatuto quiero participar”. Un señor que me dijo: “Sos la persona que me hubiera gustado ser y no me animé”. Son comentarios, para mí muy importantes.

C.B.: Yo por lo menos, hablo por mí, siempre me gusta volver a esos momentos, que hoy les niñes puedan ver que no tiene que ser un cambio drástico, que se puede seguir explorando desde el juego, ser libres, llegar a ser lo que quieran ser…

L.F.: Ahora viene movimiento de familias que dicen “con mi hijo no te metas”, y dicen que es una etapa que va a pasar y le quieren frenar sus búsquedas. Qué lejos de la libertad está esa gente, del abrazo. Porque finalmente entender que la identidad es móvil, vamos siendo. Por qué no habría de abrazar esas distintas etapas de exploración, que no se corte, que desde la infancia vayamos aprendiendo que nos podemos ir moviendo. Yo creo en ese momento, en ese espacio, la vida nos dio ese regalo. Con mi hermana Luchi logramos materializarlo en ese cuarto de gemelas, jugando, cantando, explorando… es claramente el germen de “Ópera Queer”. Medio un viaje, una constelación familiar, como volver a abrazar esos momentos, ese tunearnos con las sábanas y ser en libertad. Que después por suerte, por la tribu, nuestra terapia, nuestras inquietudes y gracias al arte, nos permitimos volver a construir. Decidir viviendo arcoíris, feliz…

C.B.: En tus canciones utilizás mucho el lenguaje inclusivo, ¿qué pensás viniendo del palo del folclore? Siendo danzas super biologicistas: el hombre, la mujer. ¿Cómo sentís esa irrupción con toda la polémica que envuelve el lenguaje inclusivo?

L.F.: Hay mucha gente que no lo entiende pero que no le jode tanto. Está el otro que salta. Muchos de esos mensajes de odio vienen por usar la E en Yupanqui, por ejemplo, “Dijo nosotres, Atahualpa se retorcería en su tumba”. Me sorprende, ¿Yo por qué uso el lenguaje inclusivo? Porque necesito nombrar mis compañeres, a mis hermanes, porque no puedo no hacerlo como si no existiesen. Digo, guau, les importa que diga “Las penas son de nosotres” y no se sorprenden porque las vaquitas sigan siendo ajenas. Qué importa si es “nosotris, nosotrus”. Te estoy diciendo que las vaquitas son ajenas, nos están haciendo percha, es la historia de este país, y ahí no saltan, no la ven. Me parece que resume mucho este momento. Muy fácil odiar, muy fácil ir por lo superfluo, desquitarse con nuestra comunidad. También fue un error del gobierno anterior, fue un desacierto total vanagloriarse con políticas de genero los últimos años cuando la gente ya no tenía para comer.

CONTACTO

@laferni

 

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