Dicen que las frutas ya están maduras cuando alguna de ellas tiene la marca de un picotazo de un ave… porque las aves saben cuándo es el momento ideal para comerlas. Ellas lo saben instintivamente, seguro, pero nosotrxs podemos aprender a detectar señales que nos da la naturaleza para nuestrx disfrute alimenticio. Fabiana Faga encontró huevitos de gallo por todo Beccar: en la huerta vecinal El Ceibo, en 33 orientales y el río, creciendo silvestre cerca de un colegio y otras calles. Buenezas por todo el conurbano norte.
Texto y fotografías: Fabiana Faga / @ideasplantadas
Ilustración: Valeria Lamat / @valeparatimbo
Si esperamos a la primavera tardía cuasi verano y caminamos cerca de la vía del tren de Beccar, un perfume dulce inconfundiblemente nos va a invitar a jugar una suerte de búsqueda del tesoro.
El premio ―el tesoro mejor dicho― es esta bueneza en forma de fruto de la que te voy a hablar hoy.
Dicen las lenguas (las buenas porque no hay malas lenguas en esto) que la ensalada de fruta en lata de antes se coronaba con un fruto chiquito como una aceituna, blanco como un huevo y dulce y fresco como una uva: ese frutito popularmente se conoce como huevito de gallo, uvilla o uva de campo entre tantos otros nombres (salpichroa origanifolia es su nombre científico).
Si le preguntamos a personas mayores si lo conocen, seguramente nos cuenten ―con un dejo de nostalgia― que antes lxs niñxs lo cosechaban y comían todo el tiempo y que por eso «nunca se enfermaban» (seguramente esto fuera entre otras cosas, porque esta bueneza aporta calcio, vitamina C y nutrientes).
Respondiendo al título, no hay duda: el huevito llegó al final después de que la planta durante semanas abriera cientos de flores muy pequeñas en forma de campanas blancas que se vuelven un manjar para abejas nativas y exóticas desesperadas por llenarse la panza de néctar. Y después de que ellas disfrutan de ese banquete, los frutos comienzan a formarse y somos nosotrxs quienes empezamos a disfrutarlos.
Reconocer la planta es bastante sencillo: suele crecer en matas como cubresuelos a menos que encuentre dónde trepar. Por eso también es fácil verla en alambrados subiendo por donde puede.
Su hoja tiene un leve parecido al orégano, también suave al tacto pero sin aroma.
Crece con prisa y sin pausa, con lo cual puede tornarse un poco invasora si tiene el espacio para avanzar… pero si tomamos todos los beneficios que nos brinda, podemos disfrutar de ella incansablemente no sólo por su potencial alimenticio, sino como ornamental, reemplazando pastos o espacios en donde es difícil que crezca otra planta.
Ya sabiendo el porte de la planta, la forma de la hoja y de las flores, simplemente hay que esperar el momento propicio para encontrar sus frutos, que para cosecharlos tienen que estar muy blancos, blandos al tacto, desprendiéndose apenas se tironean de ellos.
Para mí es de esas frutas que se comen cual caramelitos uno tras otro, pero hay quienes se aventuran a cocinar mermeladas, budines, jugos, pepas y otras preparaciones dulces.
Hay que tener en cuenta que los frutos cosechados, si no se comen pronto, tienden a machucarse, con lo cual en caso de recolectarlos para más tarde, se recomienda que se guarden en un recipiente en heladera y se laven justo antes de consumirlos.
Si bien lo que comemos de esta planta son sus frutos maduros, también podemos hacer uso medicinal de sus hojas para preparados externos. Sólo externos ya que al ser una solanácea, tal como los tomates y las papas, sus hojas pueden ser tóxicas, por eso no deben consumirse.
Por último te cuento que esta planta es nativa de esta zona y que localmente crece en muchas otras regiones de nuestro país. Este dato no es menor ya que las plantas nativas tienen una interacción directa con la fauna local, que contribuye a la propagación de esta planta.
Algunas recomendaciones:
Al probar una bueneza, es fundamental asegurarse que sea comestible (clave identificarla, saber en qué época y región se ve ya que hay muchas muy parecidas que pueden prestar a confusión).
Si la consumís por primera vez, que sea en poca cantidad y no junto con otras buenezas. De ese modo, si no te hizo bien, podés identificarla.
Si la consumís para medicina, que sea indicada por gente que sabe. Algunas plantas, consumidas de manera inadecuada, pueden generar contraindicaciones.
En la recolección: siempre colectá la cantidad que precises, no por demás. La planta debe continuar su ciclo, así como también muchas otras personas o fauna asociada pueden necesitarla.
Las buenezas nativas, además de todos sus beneficios, generan identidad.
Muchas de ellas están íntimamente relacionadas con la cultura de pueblos milenarios. Forman parte de rituales, canciones, festividades, del ser unx con la naturaleza.
Volver a tomar contacto con ellas y descubrir sus propiedades nos lleva a recorrer un camino de unión e introspección con el ambiente que nos rodea.
Para seguir entre buenezas:
@4estaciones.cocinasalvaje/
@laciudadnosregalasabores/
@instagram.com/panclandia/
Rapoport, Eduardo (y otros). 2009. Malezas comestibles del cono sur y otras partes del planeta. Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
Podemos comer gratis plantas que crecen en veredas y rincones verdes que tenés cerca, ahí nomas de tus pasos.
Si podés ¿nos apoyás para seguir difundiendo buenezas? ¿Cómo? Tocá acá...
2 respuestas
Son muy ricas y me trae recuerdos de la infancia , saludos desde cordoba capital
Hermosa nota, gracias por la info.