ESPEJISMO

 

Cuento: Anahí Flores / @anahi_floresflores

 

 

 

 

Su hija le dice que ese delfín es el mismo que apareció ayer. Después va hacia la orilla, a los saltitos. Rita piensa que los delfines son parecidos, tal vez iguales, incluso podría ser el mismo. Todos le parecen idénticos, más aún desde la playa, viéndolos aparecer entre las olas apenas unos segundos.

Mira a su hija correr descalza por la arena, las dos trenzas cortas se mueven en el aire, parecen  tentáculos. Cómo es que no le queman los pies, debería decirle que vuelva enseguida y se ponga las ojotas. Se sienta bajo la sombrilla, si por ella fuera dormiría una siesta y se olvidaría del mundo por un rato. 

Ayer Fabiano le compró dos vestidos y la pequeña hoy se puso el que dijo que le gustaba más. Rita también hubiera elegido el floreado. La mira pararse en puntas de pie, como si eso ayudara a que los delfines saltaran fuera del agua, y colocar una de sus manitos sobre los ojos, de visera.

Saca el libro del bolso y lee unas líneas. Levanta la mirada: ahí está, charla con un chico que le lleva una cabeza, debe andar por los seis años. Le encantaría escuchar, están a unos metros pero el mar tapa cualquier sonido. Sigue leyendo. Se dice que es mejor así, por los gestos de su hija apostaría a que le está hablando del delfín. 

Lee una página entera y mientras la da vuelta levanta la cabeza. Ve el mar y la playa vacía. El corazón se le acelera, tiene la sensación de que un pozo de arena la traga. Se levanta y se da la sombrilla en la cabeza. La ve. Ella y el chico se sentaron detrás de una montaña de arena. Se queda mirándolos. Sabe que en un segundo puede cambiar todo. La pequeña extiende el brazo hacia el mar, el chico parece interesado en el punto del horizonte que ella señala. 

Le llama la atención el vestido. Estaba segura de que su hija dijo que hoy se pondría el floreado. Debe haberse confundido, tiene la prueba frente a sus ojos. A lo mejor lo que dijo es que ése lo dejaba para más tarde.

El sol está fuerte, piensa en llamarla, decirle que vuelva bajo la sombrilla. Si Fabiano no se hubiera ido a la posada podría decirle a él que fuera. Si vuelve, se lo va a pedir. La cabeza le quema, unas gotas de sudor le bajan por la frente dejando una línea húmeda como si un caracol la estuviera recorriendo. El aire está quieto y pesado, a Rita le da la sensación de que el mundo siempre fue así. No puede ni imaginar cómo se sentiría el viento en la piel. 

Debería ir a buscarla de una vez, llevarla a la posada. Darse una ducha fría, dormir una siesta bajo el ventilador. La luz del sol encandila, cae entre Rita y la pequeña como una de esas cortinas hechas con cintas de hule, que sólo dejan ver parte de lo que hay del otro lado. Por momentos ve la cabeza que aparece detrás de la montaña de arena. Si se estira un poco llega a ver los breteles del vestido y el pelo suelto. Es raro que se haya desarmado las trenzas, no es algo que suela hacer. El pelo le quedó más ensortijado que de costumbre, o al menos le da esa impresión. Ha de ser el aire de mar, se dice. Se promete que si ve aparecer un delfín otra vez, va a ir de inmediato a buscarla.

Oye una voz. Suena igual a la voz de su hija, aunque con el sonido del mar no está segura. Diría que la llama pero no hay en el Universo nadie más que pueda gritarle «mamá». Tiene la boca seca. Cuando pase un vendedor de agua de coco va a comprar uno e irá con el coco a buscarla. Los reflejos del sol ondulan como manchas de aceite en el aire. Si al menos hubiera una brisa. La pequeña y el chico se levantan, caminan hacia la orilla, los ve de espaldas. Vuelve a pensar en el vestido, cómo es que hace un rato estaba segura de que llevaba el de flores y ahora ahí está con el de lunares. Oye el llamado, otra vez. Debería ir a ver qué pasa. Tal vez sea otra chica pidiendo ayuda. Pero se siente clavada a ese punto de la playa, bajo la sombrilla, con los ojos fijos en su hija. Qué le habrá dado por soltarse las trenzas. Le mira el pelo con más atención, no parece la cabeza que ella peina todos los días. La voz que llamaba se calla. A Rita se le hace un nudo en el pecho, como manitos de bebé agarrándose con fuerza. La pequeña y el chico se dan vuelta. Rita siente que la playa se esfuma bajo sus pies: no es su hija.

Le parece que el mar se calmó de pronto. Ahora sí distinguiría la voz, si volviera a gritar.

 

 

"Espejismo", de Anahí Flores, forma parte del libro Criaturas. Alto Pogo, 2018.

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