
Sofía Chaskita es ceramista, ilustradora y muralista. Su obra está en constante relación con los saberes andinos y ancestrales, con la calle, la tierra y la vida que nos rodea. En esta conversa hablamos sobre cómo una profesora de arte te puede cambiar la vida, sobre el territorio, la identidad, La Galpona de Villa Martelli, arcillas y personalidades de la tierra, sobre cómo el arte nos salva y nos puede traer herramientas para repensar otros futuros y sobre Siendo Semilla, la muestra en el Museo Carnacini en la que Sofía expone junto con Amanda Grehan y Sara Grehan.
Conversa: Guido Zappa y Héctor Serres
Fotografía de portada: G. Z.
Fotografías dentro de la nota: Manuel Mora
y Caro Go.
¿Recordás algún acontecimiento en tu infancia como un disparador que se vincule con el presente?
Sí, una profe de arte que tuve en el colegio que fue clave para mí. En mi infancia siempre conecté con el arte, dibujaba, pasaba horas haciendo muchos detallecitos, eran momentos de mucha conexión. Después en el colegio tuve a esta profe que me adoptó. Ella me traía libros de arte para que me lleve a mi casa. Entonces ahí fui empapándome, copiaba mucho también. Y ella fue la que me incentivó después a dedicarme a las artes visuales. Creo que fue ella más que nada la que me abrió todo ese mundo. Eso fue en el instituto Florida.
¿Tu infancia transcurrió en Florida?
Sí, en Florida oeste. Fue ahí que descubrí qué era lo que quería hacer. También con el incentivo de esta profesora. Pienso qué importante que es la presencia de les profes, les maestres. A veces uno no sabe que le puede cambiar la vida a alguien, ¿no? Yo no venía de una familia de artistas. Entonces su presencia fue clave en mi vida. Ella fue la que me dio el impulso para poder también verlo como una opción de laburo.
Empezaste dibujando y hoy sos ilustradora, muralista y ceramista. ¿Cuándo empezaste con las otras artes?
Terminé el secundario y me fui al IUNA en el 2007, pero a la par yo sabía que quería estar en la calle. Eso era algo que yo sabía: que algo estaba pasando en el espacio público. No sabía bien qué, no sabía bien cómo pero sabía que quería estar en la calle. Y en paralelo a la formación más académica, en 2008, 2009 yo empecé a militar con un grupo de pibes que eran, muchos, de la Belgrano. Era la zona esa de la Boca, Barracas, zona sur de Capital. Empezamos a participar en las marchas, hacíamos muestras itinerantes, siluetazos. Había un activismo muy fuerte en contra del macrismo.
¿Dónde militaste?
En el C.O.P.A. (Corriente Obrera Popular Antiimperialista). Este grupo se llamaba La Revancha, con estos pibis. En esa época había muchos desalojos en Constitución. Ahí empezó mi actividad más artística en la calle y, a la par también, yo empecé a juntarme con otros compañeros del IUNA en un grupo que se llamaba Rioba. Nos juntábamos todos los domingos a buscar paredes, era ir y pintar lo que nos salía.
¿Relacionado con el barrio?
En ese momento yo no tenía una identidad tan fuerte. Mi manija era pintar en la calle. No estaba tan pulido. Eso viene después. También yo estaba muy ahí en Capital Federal y con el tiempo esa práctica de estar fichando paredes, fichando el barrio, estar caminándolo, me hizo vincularme con mi propio territorio. Yo estaba en Florida oeste y estaba haciendo toda mi actividad cultural en Capital. En ese trabajo de observación empecé a volver a mi territorio. Para esa época, conozco la Galpo y me voló la cabeza conocer gente que estaba en la misma a cuadras de mi casa. La Galpo fue una casa, una familia, que me abrazó.
¿En qué año habrá sido eso?
En el 2012, una cosa así. Ahí lo conocí a Juanra, hicimos un taller de intervenciones callejeras. Empezaron a pasar cosas en el barrio y creo que ahí yo fui descubriendo la importancia de habitar el territorio, de conocer su historia, de patear sus calles, que ahí fue ese… como generar ese intercambio, ¿no?

Dijiste que saliste del secundario y al toque sabías que la calle era el espacio. ¿Sabés por qué esa convicción?
Como sentir que hay una pulsión de vida, que está lo verdadero, que está pasando algo. Que ahí estaba la posta.
Los muralistas mexicanos decían esto de acercar el arte al pueblo para que no quede en un museo. ¿Hay algo de eso o es un lugar común?
Sí, al principio fue medio ingenuo y después yo fui descubriendo qué era lo que quería decir a través del muralismo. Como que mi intención es que el mural sea una ventana para transitar otro tiempo, para conectar con un tiempo y espacio prehispánico, que pueda traer esas sabidurías ancestrales, que pueda descolonizar el cotidiano. Que sea un llamado a dialogar con un pasado, para traer esas sabidurías y repensar otros futuros.
Vinculo esto con algo que nombraste, que es la identidad, que es fundamental en el recorrido de artistas. ¿Cuándo te diste cuenta que tenías una identidad?
Creo que cuando empecé a hacer cerámica. El oficio me brindó esa conexión con la tierra. Eso fue en el 2014 más o menos. Yo fui a un voluntariado en el sur de Chile de permacultura y uno de los talleres era hacer cerámica al estilo tradicional mapuche. Entonces, recolectábamos arcilla y después hacíamos un pozo y horneábamos a leña. Esa experiencia fue como un portal. Desde ahí nunca dejé de hacer cerámica y el oficio me trajo esa conexión con la materialidad, con el barro, con la tierra viva y siento que mi identidad visual tiene mucho que ver con lo cerámico, con la cerámica prehispánica del noroeste argentino también, como que se nutre de esas memorias. Creo que fue para esa época que pude anclar esa identidad visual que estaba buscando y que me cerró también. Como que los dos oficios se nutrieron a sí mismos, se retroalimentaron, el muralismo y la cerámica. Cada uno me aportó, también, una herramienta para vincularme con el territorio. A través del muralismo yo me puedo relacionar con el territorio desde el cuerpo, desde el intercambio con los vecinos, desde el caminarlo, y con la cerámica es el intercambio con el territorio a través de las diferentes arcillas. A mí me interesa mucho trabajar con arcillas locales. Descubrir que una arcilla del norte de Argentina no es la misma que la arcilla de la isla. Ese diálogo con las diferentes tierras es descubrir también en la práctica misma que la tierra está viva. Hacer una pieza con esa arcilla no es lo mismo que hacerla con esa arcilla del río, tienen diferentes personalidades. Está viva. En la práctica misma pude vivenciar eso.
¿Hay algo más que puedas contarnos sobre las personalidades de la tierra?
Lo que puedo decir es que lo vivencial es muy fuerte, cómo cambia cada arcilla al laburarla. Cambia día a día, o sea, yo la agarro un día y es de una forma, al otro día la agarro y es de otra forma. Si le hablo, es de una forma. Si yo voy con una actitud, es de otra forma. Hay un diálogo constante con las arcillas. Entonces, para mí fue muy vivencial darme cuenta que es una materia viva y cómo se modifica en cada territorio. Fue desde la vivencia misma. Cómo mi diálogo con la arcilla hace también que lo que cree vaya cambiando. Fue muy vivencial descubrir eso. Hablarle, hablarle y yo encararla también. Si un día estoy re cruzada, voy y hago una pieza. No es lo mismo, si voy con la tranquilidad, con la paciencia, porque hay arcillas que llevan mucha más paciencia. Por ejemplo, las arcillas de la isla, que les dicen que son arcillas difíciles. Son arcillas que tienen otros tiempos. Va a ser más difícil comunicarse con ellas, pero no imposible, como que son más complicadas, pero es entender su tiempo.

En relación a la identidad, también está la importancia del nombre. ¿Cómo surge Chaskita?
Sí, en esa época en la que empiezo a hacer muralismo y estaba re copada con hacer intervenciones callejeras. Hay una costumbre en el muralismo que es firmar con un apodo. Entonces, yo estaba en la búsqueda de Ay, ¿cómo voy a firmar? Y en ese momento me estaba por ir a Bolivia, era el primer viaje que iba a hacer para allá. Ya venía bastante cebada con la cosmovisión andina, ya había conocido a Marce (Marcela Guerra), estaba empapándome de todo eso, y en el IUNA yo tenía una compañera boliviana. Entonces, le decía que me hable en quechua, que me cuente de allá, y le conté que me estaba por ir a Bolivia, entonces me dice: Ahh, vas a ver que te van a decir Chaskita, que es el diminutivo de chaskaniawi, que sería ojos que brillan como las estrellas. Me encantó y lo adopté y a partir de ahí siempre firmo como Chaskita. Ahora es parte de mi identidad. Nunca pensé que iba a llegar a ser como identidad tan fuerte pero, bueno, fue como un bautismo (risas).
¿Cuál es tu apellido?
Barrera jajaj horrible. Pero, bueno, después lo resignifiqué como que viene del barro también.
La poética se vincula con la identidad (poética le decimos a la estética, al discurso, a los conceptos que cada quien trabaja). ¿En tu camino tuviste o tenés referencias a seguir, artistas que te hayan nutrido para ser quien sos?
Sí, tengo referentes del muralismo: Desertor, de Perú; Kiki, de Colombia. Después, compañeros con los que laburé. En el IUNA conocí a muchos artistas que me nutrieron: Carla Gorbalán, a profes, Eduardo Molinari. En la cerámica a Graciela Olio. Ahora se me hizo una laguna…
¿Identificás temas en tu obra?
Sí, la temática como que fue apareciendo también en esto que les contaba de transitar el oficio cerámico. Cuando yo conozco a Marce, también fue como en el 2012, por ahí, aprender todos los saberes de la cosmovisión andina nutrió mucho mi hacer artístico. Yo creo que la temática sí tiene que ver con eso, con los saberes. O sea, yo hablo de la cosmovisión andina porque son los que yo fui aprendiendo, pero son saberes universales. Como, por ejemplo, hablar de que somos parte de un todo, que la naturaleza está viva, que el río está vivo, que las plantas están vivas, que la tierra está viva. Sacar al hombre del centro de todo para poder conectarnos con una naturaleza viva. Para mí, esos saberes fueron revolucionarios. Si los llevamos a la práctica, nunca vamos a contaminar un río (si lo consideramos que está vivo). Sí, creo que la temática tiene que ver con eso, con los saberes ancestrales. En el muralismo, en sí, con el tiempo fui puliendo una metodología de laburo, porque depende de donde haga el mural me gusta hacer una investigación previa, patear el territorio, experimentarlo con el cuerpo, con los sentidos. Por ejemplo, en una época en la que estábamos haciendo murales más itinerantes junto con Juanra, nosotros viajamos mucho por Argentina y también algunos países. Entonces, teníamos una metodología de laburo de esto, de patear el territorio, de dialogar con les vecines y de preguntar acerca de prácticas y saberes ancestrales en ese territorio, si alguna sigue viva, quiénes habitaban ese territorio. Eran preguntas que siempre estaban ahí a la hora de abordar la imagen. Como que después de hacer toda esa investigación surgía el boceto.
Venís nombrando mucho la palabra “territorio” y de las cosas que habías dicho en una charla con Marcela Guerra era que a la hora de ilustrar primero empezabas por el territorio. Me es más fácil pensar en el territorio del interior o de la isla que el de acá, donde estamos alfombrados con cemento y demás, ¿cómo te relacionás acá con el territorio, con lo natural?
Tuve una experiencia que fue entre traumática y reveladora cuando vivía en Florida oeste. ¿Se acuerdan cuando fue la inundación esta de La Plata que fue muy grande? Bueno, allá en mi Florida oeste también nos inundamos. Sucede que abajo de la casa donde vivíamos hay un arroyo entubado. Entonces, la inundación fue producto de la lluvia, pero también fue que subieron las aguas de los arroyos. Esa fuerza de la naturaleza ahí emergiendo me rompió la cabeza. Como decir: Che, esto era un humedal antes. Ir a esa memoria ancestral, como esa práctica siento de romper el asfalto, ¿no? Como decir: ¿Qué había acá abajo antes? Es esto de hacer un pozo e ir ahí en la profundidad para descubrir a ver quiénes somos. Y después de vincularme con otras ceramistas, también, que se vinculan con Punta Querandí, donde ahí aparecieron un montón de tiestos de querandíes, digo acá habitaban pueblos originarios. Es como que en la Ciudad de Buenos Aires nos re olvidamos de nuestro pasado. Después yo tomo la decisión de irme a la isla y ahí la conexión con el territorio es más fuerte, más intensa también. La conexión con el río me conecta mucho con mi abuela Margarita, que siempre la tengo presente. Ella era correntina y vivía al lado del río Uruguay, entonces siento esa conexión con el río y con ella también.

Para pensar a la artista como trabajadora, ¿cómo es la parte en la que Chaskita trabaja? Digo ¿cómo es el circuito del mural o de la cerámica para que eso sea un sustento para vos?
En el caso de los viajes estos que hicimos con Juanra, lo que sucedió es que (bueno, ahora no tanto) hay muchos encuentros y festivales de arte público, entonces es como que hay una red federal muy rica en ese sentido. Hay muchas convocatorias en todo el país que a veces te pagan, a veces solo te pagan el viaje y el hospedaje. Y, a la vez, el muralismo es una herramienta de laburo muy potente. Vos vas a cualquier pueblo, hacés un mural y todo el mundo quiere mural en su casa. Es una forma de laburo para viajar que te abre puertas. Podés hacer intercambios. Laburo siempre hay con el muralismo. Yo ahora de lo que más estoy laburando es de la cerámica en la producción de mi taller. En su momento laburé mucho también con el municipio de San Martín con el programa San Martín Pinta Bien. Después, siempre estoy atenta a las convocatorias y cuando me convocan para hacer laburos también. Ahora estoy más enfocada en la producción y venta de obra.
Nombraste que llegaste a La Galpo en el 2002. ¿Qué fue para vos La Galpona?
Fue revelador encontrar que habían vecines que estaban en la misma. Fue encontrar una casa, como un laboratorio que siempre estaba abierto a recibir cualquier propuesta que presentemos, un espacio de mucha experimentación, de libertad. Fue una familia, una casa que me acobijó. Estoy re agradecida de haber formado parte de ese colectivo. Ahí en los talleres de intervención callejera se armaban cosas muy grosas: armamos pegatinas pintadas ahí en La Galpo con mucha libertad. Yo en ese momento hacía imágenes súper fantásticas, otros hacían intervenciones en publicidades. Cada uno craneaba ahí, se armaba como un laboratorio creativo y después armábamos el engrudo en la cocina y salíamos a patear el barrio, a hacer las intervenciones. Fue muy potente toda esa época.
Estás hablando de alguna forma de personas, de un espacio pero de las personas que están ahí. Lo nombraste a Juanra en algún momento. ¿Qué pensás de las duplas creativas o grupales? La potencia de la dupla creativa, ¿es algo en lo que pensaste?
Sí, lo que pasó con Juanra es que nos complementábamos muy bien, había una potencia ahí en la creación. Capaz uno bajaba una idea y el otro más desde lo visual. Nos complementamos, pasaban cosas buenas. Y en la grupalidad también, siento que es lo mismo, que se nutren las miradas ajenas. Con Juanra sentí eso. Logramos crear una imagen unificada, en la que capaz no se notaba el trazo de uno o del otro, como que pudimos generar una imagen con una identidad también de esa grupalidad.
Para vincular con el presente, ¿cómo estás hoy con el contexto Milei presidente y todo lo que está pasando?
Venía en una muy muy negativa y, bueno, arrancar el año con dos muestras la verdad que me hizo muy bien y siento que se puede seguir confiando en que el arte nos salva de alguna forma. La que veo ahora es esta de construir como micropolíticas afectivas. Estar atentos al que la está pasando mal, ser solidario, construir redes de afecto, fortalecer nuestras redes, hacer una huerta. No sé, generar pequeñas acciones que nos nutran, que nos fortalezcan en comunidad. Y también siento que el arte nos va a traer esas herramientas para repensar otros futuros. Seguir creando y que la sensibilidad sea la que nos traiga esas herramientas para recrear otros futuros. Así como estamos no vamos más. El arte es nuestro y la alegría también. La alegría de ser cultura. Nos podrán sacar los subsidios, pero la cultura viva somos nosotros, así que tiene que ser con alegría la lucha. Siento eso. Sí enojarnos, pero no entristecernos.
¿Y cuál es tu presente? ¿En mayo hay muestras tuyas?
Sí, en este momento está la obra Siendo semilla hasta el 18 de mayo en el Museo Carnacini. Es una muestra en la que participo junto con Amanda Grehan y Sara Grehan. En el marco de la muestra hay una serie de actividades. Yo voy a estar dando un taller de amuletos cerámicos el 4 de mayo. Después vamos a hacer una feria de artistas también. El cierre es el 18 vamos a tocar con Las comadrejas del humedal. Eso en lo pronto, ahora en mayo. En paralelo estoy laburando en ilustraciones con dos cuentos, que es un laburo lento y largo, que hasta que salga a la luz puede pasar mucho tiempo (Amor libre, sin amarras, textos de Marcela Kurlat y Nacer por cesárea, un portal, libro para infancias de Fernanda Peláez). También me convocaron para hacer unas ilustraciones en Brasil sobre mujeres en la periferia de Sao Paulo (documental Vozeiras). Y hay un mural cerámico también en mente, algo que vengo hace poquito incursionando, esa mezcla de muralismo y cerámica en el espacio público. Ese mural creo que va a ser para julio.
¿Querés mencionar brevemente qué es Siendo semilla y la anterior muestra de San Telmo?
Siendo semilla es una muestra que nos convocaron desde el Museo a Sara, a Amanda y a mí. Yo a ella no las conocía, entonces fue todo un proceso ahí de cocrear y de ir conociéndonos. Cuando nos dicen en qué fechas iba a ser la muestra, justo coincide con el equinoccio de otoño. Entonces, la muestra está en sintonía con este momento que vive la tierra, está en sintonía con este ciclo. Trayendo la cosmovisión andina, en este momento se celebra el Pawkar Raymi, que es la última gran cosecha del maíz. Es el momento en el que se separan las semillas que van a hacer en un futuro sembradas y las semillas que van a ser alimento. Es toda una actividad que se realiza en el ámbito femenino, digamos.
Entonces, la muestra invita un poco a la conexión con el ciclo de la tierra, estar en sintonía con ese ciclo que estamos viendo en este momento del momento de guardarse de ir para adentro. Y también aprovechamos la arquitectura del museo que tiene tres planos: el subsuelo, el primer piso y el segundo piso. el Uku Pacha, el inframundo; el Kay Pacha, el mundo del aquí; y el Janan Pacha, que es el mundo de arriba, de la conexión con los astros. Cada una interpretó cada plano y cómo se relacionan constantemente esas tres planos.
Y Guarida es una muestra que hicimos junto con Glenda Areco y Marina Stímolo en la Galería Dawa en San Telmo. En Guarida cada una presentó obras que se vinculan con el territorio que habita cada una. Marina Estímolo labura con cuevas hechas con arcillas de conurbano sur, de donde es ella; Glenda como que dialoga más con el paisaje de Ushuaia, desde donde es ella también; y yo traigo estos seres que son seres que nacidos del pajonal, del monte, sirenas de río. Están laburadas con arcillas locales de la isla. Tiene que ver más con este territorio que estoy habitando en este momento.


CONTACTO
MUESTRA SIENDO SEMILLA
Desde el sábado 16 de marzo hasta el sábado 18 de mayo
en el Museo Casa Carnacini (Pueyrredón 2027, Villa Ballester, San Martín).
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Un comentario
muy buena la nota! gran artista. un orgullo haber trabajado con Sofi.